Author: gabtorar
•12:12
Juan 8:36 “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.

A medida que realizo mi trabajo pastoral, me he encontrado con un factor que se ha vuelto común denominador para muchas personas a las que he tenido la oportunidad de asistir.

Uno sabe que ha sido llamado a ayudar al prójimo. Algo así como lo que dice el refrán popular: “has el bien, sin mirar a quien”. Creo que ha sido una constante en mi vida.

Para explicarlo mejor, he intentado disponerme para que Dios use mi vida en donde sea que Él quiera, con quien Él quiera, y como Él quiera, sin miramientos y sin pre requisitos de ninguna especie.

Nunca he objetado servir al Señor haciendo distinciones entre denominaciones e incluso religiones.

No obstante, no puedo negar que hay un factor común entre muchas de las personas que Dios me ha permitido ayudar y que simplemente es difícil de entender. Me refiero a “las lealtades malentendidas”.

Muchas (por no decir TODAS) personas con las que me he encontrado, de algún modo me han expresado lo mismo: que han buscado esa ayuda “extra” porque en lo que tienen no encuentran las respuestas a sus problemas o dilemas.

Que lo que tienen es insuficiente o ineficaz para lo que están viviendo y por tanto, se ven en la necesidad circunstancial de golpear otras puertas, de recurrir a otra clase de ayuda.

Permítame ser más osado, más claro aún: hablo de personas que, por ejemplo, llevan congregándose en algún sitio (normalmente) varios años y arrastran esos problemas casi la misma cantidad de años, porque ahí no han hallado lo que en verdad necesitan.

Sé que este tema a alguno podrá parecerle ofensivo, pero ¿no dijo Jesús que la verdad nos haría libres?

Sin la intención personal de querer hacerles abandonar lo que tienen, (por ejemplo, la congregación en que están) pero claramente observando la futilidad de continuar arraigados o comprometidos con sistemas religiosos que no resuelven sus necesidades concretas, me he preguntado (más veces de las que puedo recordar) cómo es que las personas pueden llegar a estar tan obsesionadas a veces con fijaciones, y mal comprendidas lealtades, que terminan siendo muy poco prácticas a la hora de la verdad.

Cada día me doy (más) cuenta que Dios es práctico, que el evangelio es práctico, que la metodología de Dios es práctica. En síntesis, que la vida cristiana ES MUY PRÁCTICA, pero nosotros la hacemos muy mística.

En un futuro no muy lejano (Dios mediante) voy a referirme más puntualmente a este tema.

Pero por lo pronto, mientras Dios es tremendamente práctico a nosotros nos seduce la “mística equivocada”.

Eso hace que “el camino” se haga más largo y más difícil de lo que en realidad es.

Jesús dijo si tu mano, tú ojo, o lo que sea, te es ocasión caer, ¡CÓRTALO, DESHASTE DE ELLO!

Práctico ¡no? ¿Qué hacemos nosotros?

Bueno, ponemos el asunto en oración, o buscamos algo en la escritura que nos muestre otra opción para aquello sobre lo cual Dios ya se ha pronunciado dándonos Su punto de vista y expresando Su voluntad.

Tantas personas me han dicho que no sienten la confianza con su pastor, que no hayan verdadera ministración o alimento espiritual en los lugares a los que asisten (independiente de la religión que se trate). Que se sienten vacíos, que los mensajes que oyen nunca apuntan a las realidades que viven…en resumen, que están perdiendo el tiempo estando en esos lugares.

¿Pero sabes qué? ¡¡Continúan allí!!

Creo tener una limpia y tranquila conciencia ante Dios de no haber robado nunca una oveja a nadie. Mucho menos de haber ofrecido a alguno algún incentivo para que abandone su congregación y venga a ser parte de la nuestra. Sé que hay personas que pueden testificar de la veracidad de esto.

Y pienso que ello, sumado a una real preocupación por el bienestar espiritual de las personas, me da la moral necesaria para tocar este tema que es bastante frecuente de acuerdo a lo que me toca vivir cotidianamente.

Lamento encontrarme con personas que salieron de la esclavitud del mundo para ENTRAR en una esclavitud religiosa, viviendo sujetos a preceptos de hombres u organizaciones que como ya sabemos, no tienen poder sobre el pecado o la maldad, y que no libertan (no pueden), porque sólo la verdad de Cristo trae verdadera libertad.

Cuando las personas comienzan a darse cuenta que el problema nunca ha sido el Señor o Su palabra (en ello siempre está la solución al problema) sino en la clase de mensaje que han estado oyendo, y que para tener ese cambio tan anhelado es preciso abandonar ese sistema, uno se da cuenta recién, de lo poderosas (y destructivas) que son las lealtades mal entendidas.

Para ellos, abandonar sus congregaciones (nunca lo pido, pero me doy cuenta) NO ES UNA OPCIÓN. Para ellos sería una imperdonable deslealtad

Me pregunto ¿Contra quién?

Definitivamente no contra el Señor.

Efectivamente, Dios nos llama a ser leales y también a estar comprometid0s. Pero siempre Su llamado es a estar comprometidos con Él en primera instancia, con Su propósito, con Su plan, con Su voluntad y con SU verdad, con esa que SI nos liberta.

Ninguna otra lealtad debiera ser mayor que esta, ningún otro compromiso debiera más fuerte que este. Pero me temo que para muchas personas esta no es la norma de vida.

Prefieren (a muchos les han convencido de) ser leales a un hombre u organización antes que a Aquel a quien realmente se deben por completo.

Debemos tener mucho cuidado de ser leales, pero con quien realmente corresponda.

Por sobre las denominaciones, organizaciones, religiones y personalidades ¡¡El Señor merece nuestra mayor lealtad!! (…continuará)
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