Author: gabtorar
•10:18
2 Corintios 1:4 “el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.

¿Quién desea tener problemas? ¡¡Nadie!!

Estoy más que convencido que nadie haría una oración pidiendo a Dios que le envíe problemas. Solo pensarlo es descabellado ¿verdad?

Y lo cierto es que existen distintas clases de problemas, los que, de acuerdo a su naturaleza, tienen distintas implicancias para nuestras vidas.

En muchos casos lo triste de los problemas es que no solo lo afectan a uno, sino además tienen efectos colaterales en nuestros seres queridos o en nuestros más cercanos.

Hay problemas de rápida solución y otros que toman tiempo para poder solucionar.

Y aunque no nos gustan los problemas, estos son inherentes a la naturaleza de la vida. De modo que problemas tendremos nos guste o no.

Pero que importante diferencia hace la manera en que enfrentamos los problemas.

Soy un convencido que una de las bendiciones de tener a Cristo morando por la fe en nosotros, es que Él nos permite ver los mismos problemas que afectan a otros, con una mentalidad o perspectiva diferente.

Saberse respaldado en medio de lo que uno pueda estar atravesando hace toda la diferencia y el Señor Jesucristo se ha comprometido a estar con nosotros, sus discípulos, “todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20)

Pero, por raro que parezca, los problemas no solo representan cosas malas. Ellos traen consigo algo muy bueno para nosotros. Ellos nos permiten al menos dos cosas sobre las cuales me voy a referir.

Uno de las cosas positivas que tienen los problemas es que ellos EXPONEN LO QUE SOMOS EN REALIDAD.

Lo que hay en nuestro interior puede estar maquillado.

Hay personas que presumen, o sinceramente piensan ser gente de fe. Esto lo creen sostenidamente en el tiempo hasta cuando atraviesan por tormentas y pruebas que les revelan que las cosas no eran como pensaban

En el momento en que la arena del desierto les quema los pies, se dan cuenta, que en vez de estar firmes y sólidos en la fe, más bien su fe es tímida, rápidamente intimidada por las adversidades y problemas.
Es realmente de mucho valor saber lo que somos.

Es que creemos muchas cosas que no son verdad. Creemos ser buenos esposos, por ejemplo, y estamos convencidos de ello HASTA que las circunstancias (problemas conyugales) revelan lo contrario.

Esto desde luego se aplica a todas nuestras áreas de vida.

Es extraño que bajo presión salgan nuestro verdadero potencial y falencias.

De modo que los problemas en ese sentido llegan a ser de gran utilidad. Especialmente si uno no quiere vivir una mentira o creyéndose cosas que no son.

Pero eso no es todo. Otro aspecto positivo que uno puede encontrar en los problemas es que ellos nos dan la posibilidad de SER CONSOLADOS.

Cuando todo está bien uno no necesita consuelo.

El pasar por largos periodos de bonanza en la vida, a veces tiene un efecto contraproducente porque nos insensibiliza frente a las necesidades de los demás.

Es como decir lo siguiente: para la gente de muchos recursos es difícil entender que haya personas que viven con lo esencial.

Quizá lo entiendan muy bien en la teoría pero en la práctica está lejos de ser una realidad para ellos.

Como consecuencia es bien difícil que yo me identifique con las necesidades suyas.

Pero eso cambia sustancialmente cuando yo mismo soy afligido o cuando vivo periodos de privaciones.

Esas circunstancias adversas me llevan (enseñan) a ser empático con los más necesitados. Abren mis ojos a una necesidad hasta entonces, desconocida para mí.

En medio de esas dificultades yo necesito ser consolado, y puedo de mejor forma consolar a otros que pasen por una situación similar.

Cuando los problemas me llevan a ser más humano. Cuando por causa de las adversidades me acerco a Dios. Cuando por vivir problemas soy expuesto por lo que soy y siento la necesidad de abrirme para recibir el consuelo de Dios, es cuando puedo decir, sin temor a equivocarme, que los problemas han servido para algo bueno.

Es cuando tener problemas no es tan malo.
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