Author: gabtorar
•10:06
Mateo 13:57 “Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa”.

¡¡Qué fuerte afirmación hace aquí el Señor y cuán cierta también!!

Que penoso es para alguien cuando las personas de las cuales desearía recibir reconocimiento por sus méritos o trabajo no lo hacen.

De poco sirve que todo el mundo pueda valorar sus virtudes si aquellos de los cuales se espera tal reconocimiento no lo conceden.

Por supuesto, no debemos esperar adoración. ¡¡Eso le pertenece a Dios solamente!! Pero una palabra de gratitud, de estímulo es tremendamente inspiradora y reconfortante.

Tal vez el aliciente más grande que uno pueda tener es que las personas reconozcan el esfuerzo y trabajo que uno realiza.

Jesús puso el dedo en la llaga cuando afirmo que un profeta no era reconocido en su tierra ni entre sus parientes.

Hay personas que explican esto en virtud de los defectos que los más cercanos pueden ver en uno. Pero ¿cuántos defectos se podían encontrar en la vida de Jesús?

La verdad es que tu no necesitas tener muchos defectos para que las personas no reconozcan lo que haces, su sola incapacidad de reconocer es suficiente.

Muchos padres se sienten frustrados cuando de sus hijos solo reciben críticas.

Muchos hijos se sienten airados contra sus padres porque de ellos solo reciben quejas.

Muchos cónyuges tienen serios problemas maritales porque el otro carece de la capacidad de valorar sus esfuerzos, y trabajo.

A menudo sentimos que nosotros hacemos el trabajo difícil y que el otro no. Nos confundimos con este modelo de hacer 50 y 50 por ciento del trabajo.

Es cierto que yo hago el 10 y el otro el 90, en algunas cosas, pero en otras, yo hago el 90 y el otro solamente el 10.

La manera en que determinamos este tema no siempre es el más salomónico u objetivo, pero más concretamente, gran parte de los problemas que enfrentan algunos matrimonios se originan en que sienten que el otro no valora o no reconoce su aporte.

Es precisamente en casa donde ese profeta (llámese esposa, esposo) no recibe honra sino que se queda sin el merecido reconocimiento.

No reconocer es derechamente un pecado muy feo y común, porque implica no darle a quien lo merece, aquello que es justo.

La falta de reconocimiento es una injusticia, y la injusticia es una muy común manera de pecar.

Hay miles de personas heridas en todo el mundo por culpa de alguno que fue (y sigue siendo) incapaz de reconocer su quehacer.

El profeta, como tal, tiene la gran responsabilidad de transmitir un mensaje que no siempre es bien recibido. Su mensaje es uno de corrección, de regreso a la voluntad de Dios.

Las personas se escandalizan con tal clase de mensaje.

Todos quieren oír un mensaje alentador: que Dios está cercano para ayudarnos y socorrernos en nuestras angustias, por ejemplo, pero son pocos los que quieren el paquete completo, el cual incluye la corrección y reprensión del Señor cuando nos desviamos de Su camino.

La gente se escandalizaba de Jesús y no eran los ajenos a Él, sino sus coterráneos, quienes supuestamente mejor le conocían en su fuero humano.

No importa si sea contra Jesús o contra cualquier otra persona: no reconocer, no dar honra a quien lo merece es una falta, un pecado y Dios desea que hagamos algo al respecto.
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