Author: gabtorar
•11:06
Filipenses 4:11 “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”.

Las personas, gracias al diseño de Dios, tenemos la facultad de aprender.

Entre la gama de cosas que podemos aprender se encuentran aquellas muy buenas como otras, derechamente malas.

Quienes compartimos la cristiana, también necesitamos aprender muchas cosas.

Entre ellas, es vital que aprendamos a descansar en Dios, a confiar en Él, a esperar el tiempo perfecto que Dios tiene para cada cosa.

Necesitamos aprender a actuar en el tiempo estipulado por Él, a no angustiarnos ante las dificultades.

¡En resumen, hay mucho que aprender!

Y una muy vital lección para tener éxito en nuestro peregrinaje es aprender a contentarnos.

Las personas son desdichadas cuando nunca están satisfechas con lo que tienen.

Desde luego uno siempre puede hallar en cualquier cosa motivos para quejarse, pero que bueno es ser agradecido y contentarse en medio de las circunstancias que les toca vivir.

Es bastante más sencillo murmurar, o bien, asumir una actitud de envidia hacia los demás.



La envidia consiste en “apetecer lo que otro tiene”.

No debemos confundir la envidia con esa sana cuota de ambición que nos impulsa a mejorar, a avanzar en la vida y en el Señor, pero debemos aprender a contentarnos con lo que Dios nos ha dado.

Muchas de las cosas de nuestro vivir que no andan bien no son responsabilidad o culpa del Señor.

En escritos anteriores me he referido al tema de que no todo es culpa de Dios o del diablo.

Ya sabemos que gran parte de las cosas que vivimos (las mismas por las que nos quejamos y hasta enojamos con Dios) son producto de nuestras decisiones.

Pero más allá de eso, todos entendemos (y quisiéramos) que nuestras relaciones, por ejemplo, fueran ser mejores de lo que son.

Los mismo pasa con el desempeño en las diversas áreas.

Pero ¿cuántas desdichas son el producto de nunca estar conformes con la porción que Dios nos ha concedido?

El gordo se queja de su gordura y desearía ser más delgado. El flaco desearía tener unos pocos kilos más.

La rubia desearía ser morena, y la morena se tiñe para alcanzar otro color.

El hombre sano se queja de su vida aburrida y monótona, mientas que el enfermo desearía tener la salud de ese sano quejumbroso.

Uno hace sus descargos debido a que se siente descontento por lo que vive, mientras que el apóstol Pablo dice: “he aprendido a contentarme cualquiera sea mi situación”.

Pablo sufrió grandemente por causa de su fe.

Jesús desde el momento mismo en que lo llamó para ser su siervo, dijo que le haría saber “lo que le era necesario sufrir por causa de Su Nombre” ¡¡Y vaya que sufrió!!

Recibió azotes, estuvo preso, fue perseguido, vivió naufragios. La palabra de Cristo para él se cumplió a cabalidad.

Sin embargo, y contrario a lo que uno pudiera pensar, Pablo confiesa haber aprendido a contentarse en cualquier situación

De este enunciado se pueden rescatar muchas cosas valiosísimas, pero quisiera tomar dos ideas principales.

En primer lugar decir que si tuvo que aprender a contentarse es porque no lo sabía. De modo que Pablo, hasta antes de aprenderlo, era un quejumbroso como lo somos muchos de nosotros.

En segundo lugar, y dado que Dios nos ha dado la capacidad de aprender, esto es algo que uno debe aprender.

Hermanos que sinceramente están dejando al Señor señorear en sus vidas, están experimentando la espantosa lucha contra la carne.

Uno no aprende a contentarse cualquiera sea su situación, a menos que haya aprendido a negarse a sí mismo.

El mensaje de este tiempo en muchas congregaciones es liviano y superficial.

Está orientado a hacer sentir bien a las personas en lugar de enseñar a las personas a vivir bien, correctamente, agradando al Señor

Lo que tu oyes quejarse es la carne. Esta no tolera que uno le haga pasar por privaciones o incomodidades, y es la misma que Jesús dijo debía ser crucificada, tomando la cruz cada día y siguiéndole a Él.

Nunca estaremos verdaderamente contentos hasta que entendamos que nuestra alegría no debe ser producto de que Dios haga lo que queremos, sino de que Dios está haciendo LO QUE Él QUIERE en nosotros.

Contentarse, “cualquiera sea la situación” es sinónimo de verdadera madurez espiritual.

¡¡Cómo hace falta este carácter!!

Es imperativo dejarnos moldear para crecer.

Aprender a contentarse en lo que sea que Dios haya determinado para nosotros, traerá paz y gozo en los momentos más duros.

Realmente vale la pena aprender esta lección.
|
This entry was posted on 11:06 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.