Author: gabtorar
•10:04
Hechos 5:32 “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen”.

Según podemos ver por las evidencias que entregan los hechos cotidianos, para la mayoría de las personas hacer la voluntad de Dios no es un asunto relevante.

Para la mayoría de las personas es relevante contar con la ayuda de Dios para la realización de sus proyectos, pero no planificar sus proyectos basados en la voluntad de Dios.

De aquí surgen una serie de complicaciones que son el producto de escoger por nosotros mismos.

Para hacer más comprensible esta idea creo que una ilustración puede ser muy útil.

¿Qué pensarías tú si un constructor que sabe muy bien cómo pegar ladrillos, hacer mezclas (y que puede tener muchas nociones de cómo edificar) abandonara el plano del arquitecto y se embarcara siguiendo un plan propio en la construcción de tu casa?

Honestamente pienso que uno no viviría en esa edificación con la misma confianza que si hubiese sido edificada apegada al plano arquitectónico.

Así, vivir en base a nuestro propio plan, concede riesgos que de otro modo se evitarían si siguiéramos el plan divino.

Pero ahora, en el caso de aquellos que ya saben cuál es el diseño del plan de Dios para sus vidas, lo que queda es actuar.

Por razones que seguramente son atribuibles a nuestra humana naturaleza, nos cuesta actuar en base a lo que ya sabemos es correcto.

He oído a muchas personas decir: “si tan solo supiera lo que Dios desea de mi”.

Frente a lo cual muchas veces respondo: “tú crees que tu problema es no saber lo que Dios quiere, pero (me he dado cuenta que) el verdadero problema comienza cuando ya sabemos lo que Él espera de nosotros”.

Es ahí cuando viene la oposición, la que (dicho sea de paso) no siempre viene del enemigo. Muchas veces viene de nuestra parte.

Hay un tiempo en que Dios trabaja en nosotros, preparándonos para la tarea que va a encomendarnos. Dios es un Dios de anticipación.

Aun antes que el problema del pecado surgiera, Él ya tenía una solución para ese problema.

El apocalipsis es una magnífica prueba de la capacidad de anticipación que Dios tiene sobre las problemáticas terrenales del hombre, su alma y el destino eterno de esta.

Dios tiene bajo control todas las variables necesarias. Así que el problema es nuestra respuesta.

Frente a la voluntad revelada de Dios pocas veces respondemos con obediencia y acción inmediatas.

A veces preferimos poner el tema en oración. Otras veces escogemos tomar un tiempo para replantearnos la situación y evaluar lo que haremos. Pero tal parece que ese es el camino equivocado.

Tampoco Dios espera que actuemos precipitadamente o de manera alocada. Actuar de ese modo genera muchos conflictos y trae como resultado muchas experiencias dolorosas.

Hay tiempo para todo, y una vez que Dios nos ha dado a conocer lo que desea, nuestra mejor respuesta (la única que Él desea recibir) es actuar en base a ese conocimiento, a esa voluntad.

Así, queridos lectores, cuando hayamos sido persuadidos por el Señor de cuál es su voluntad para nosotros, lo que debemos hacer es movernos para hacer.

Hay momentos para esperar, orar y buscar dirección pero una vez que Dios nos ha hablado, es tiempo de levantarnos, actuar y ver como Dios produce, por medio de nuestra obediencia, Su buena voluntad.

De esto no hay que arrepentirse. Esto es lo que hay que hacer.
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