Author: gabtorar
•11:34
2 Samuel 12: 21-22-23 “Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan. Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí”.

En la vida indudablemente nos tocará atravesar por situaciones que dejarán huellas en nuestros corazones.

Cosas maravillosas que uno no olvida y que nos acompañan a través del tiemp0. Hay cosas bellas que hemos vivido y que resultan tremendamente reconfortantes para nuestra alma.

Pero también nos toca vivir cosas duras y dolorosas.

A veces en estas situaciones nuestra vida se estanca.

A estas situaciones bien podemos llamarlas CRISIS.

Una CRISIS puede definirse como un “cambio importante en el desarrollo de un suceso que da lugar a una inestabilidad”.

Otra definición es: “problema, conflicto, situación delicada”

Inevitablemente viviremos crisis en algún momento de la vida.

Pero esas crisis estarán allí para TRATAR ALGO en nosotros.

Las crisis nunca aparecen por que sí. Usualmente nos llevan a REPLANTEAR nuestro vivir.

Ellas nos hacen replantearnos en relación a nuestras decisiones, costumbres, proyectos…y mucho más.

Las crisis nos hacen DETERNOS PARA CONSIDERAR. ¡Eso es precisamente Replantearse!

Vemos que la situación del mundo está en crisis. Las naciones y sociedades en general están enfrentado serias crisis: violencia, alborotos.

Hay gran descontento. ¡¡La naturaleza misma está manifestando su descontento por la manera en que la tratamos!!

Las crisis que enfrenta el mundo secular son por causa de no considerar a Dios, por no querer hacerlo parte de sus planes y proyectos. Por no considerarlo en sus decisiones.

A propósito de replantearse, hay mucho que considerar en nuestras vidas y relaciones.

La vida agitada nos impulsa a actuar sin mucho análisis. Esto a su vez, nos lleva a tomar decisiones apresuradas, incorrectas y a meternos en problemas.

He dicho antes que hacer la voluntad de Dios a veces nos mete en problemas, pero casi siempre nuestras dificultades son por NO HACER la voluntad de Dios.

David, el rey de Israel, actuó alocadamente, actuó fuera de la voluntad de Dios y se metió en graves problemas.

Él se metió en una relación indebida. Se involucró con una mujer casada. Esto fue el comienzo de muchos problemas para él.

Es que podemos ver dónde comienza todo, pero nunca donde termina.

David siguió adelante con su vida aunque había equivocado el camino. Dios usó circunstancias para detenerlo y llevarlo “a considerar”.

Esa infortunada relación costó la vida a dos personas inocentes: el marido, llamado Urías y al bebé que se gestó como fruto de esa relación ilícita.

Por supuesto, para Dios el tema era bien relevante y lo puso en el tapete.

Nosotros evitamos tratar los temas relevantes. Pateamos esas cosa que nos incomodan tratando de evadir la responsabilidad de enfrentar el asunto.

Pero no hay plazo que no se cumpla y Dios dio SU perspectiva sobre el asunto (que es justamente lo que nosotros preferimos no escuchar) y a esa altura del partido Dios dictaminó juicio.

Ese bebé debía morir.

Una vez recibido el veredicto del Señor, David rogó, ayunó, quebrantó su corazón, buscó al Señor por una respuesta específica (en este sanidad para el bebé que enfermó).

Sin embargo, Dios cumplió su palabra (siempre lo hace) y el bebé murió.

Ocurrido esto, David se levantó de su estado penitente. Cambió sus ropas, se ungió y comió. En otras palabras ¡siguió adelante!

David hizo algo muy sabio. Él DEJÓ IR AL BEBÉ, para seguir adelante con el PLAN DIVINO.

No dejar ir ciertas cosas (o personas) se vuelve un verdadero obstáculo, una fortaleza que nos impide avanzar a la buena voluntad que Dios tiene para nosotros.

La pérdida de un ser amado, abandonar un sueño (proyecto personal), el quiebre de una relación, sufrir abusos (de cualquier índole), la frustración de no poder hacer lo que queríamos, etcétera, son cosas que nos detienen, nos AMARGAN la vida y Dios dice: “tienes que déjalo ir”.

Retenerlas, quedarse estancados en ellas, en la amargura, se convierte en una fortaleza que personalmente nos impide recibir la gracia de Dios y que contamina a otros.

Dios desea que demos un paso adelante, que nos levantemos para obedecer al Señor, para hacer Su voluntad.

Deja ir lo que tengas amarrado, o mejor dicho, lo que te esté amarrando.

Esas cosas ocupan lugar en tu corazón y necesitas hacer lugar para recibir lo que Dios preparó para ti.

Después de haber llorado la partida de ese ser tan amado. Con todo respeto, mi amado, debemos estar dispuestos a dejarlo ir, al hacerlo, la paz del Señor vendrá. Con SU bálsamo nos sanará.
|
This entry was posted on 11:34 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.