Author: gabtorar
•11:32


Jonás 1:1-3 “Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová”.

La historia de Jonás de conocimiento popular entre otras cosas, porque Jonás fue tragado por un gran pez.

Resulta novedoso que un gran pez haya sido usado como vehículo para llevar a Jonás hasta la orilla en tierra firme.

Hay mucho que decir sobre este relato bíblico pero yo quiero referirme aquí a una idea puntual: Jonás recibió instrucciones específicas de Dios para dirigirse a una ciudad y pregonar contra ella, pregonar contra la maldad que se cometía en ella, y en lugar de hacerlo trato de escapar.

Las personas tendemos a pensar que la paciencia de Dios es ilimitada, pero este relato (como otros en las escrituras), nos hacen ver que la paciencia de Dios sí tiene límites.

Hay cosas que por tiempo Dios nos da la oportunidad de arreglar por nuestra cuenta, pero cuando Él ve que en nosotros no está esa intención, pone Su dedo en la llaga y el panorama se nos complica, sobretodo si después de escucharlo, todavía preferimos seguir en nuestro propio camino.

Dice el verso 2 que “la maldad de la ciudad subió delante de Dios.” Es otra manera de decir que la maldad llegó al punto en que ya no era más tolerable para el Señor.

Jonás, como instrumento de Dios, fue comisionado con la orden de pregonar contra la maldad que allí se cometía. Su trabajo consistiría en advertirles a estas personas que si no cambiaban de actitud (se arrepentían), en un plazo de 40 días la ciudad sería destruida.

Su trabajo parecía bastante sencillo: retransmitirles el mensaje que Dios le había entregado para ellos. Pero en lugar de ir, Jonás decidió escapar de Dios. El huyó en otra dirección… o al menos lo intentó.

Pagando su pasaje y se fue hacia otro lugar.

Es difícil poder decir “a ciencia cierta” que pasó por la mente de Jonás cuando decidió escapar de esta comisión divina.

Históricamente parece haber información que explicaría el por qué tomó semejante decisión, pero concretamente, mi punto es que así como Jonás, muchas personas creen que pueden escapar de Dios.

La historia de la iglesia contemporánea (me refiero a la iglesia de ESTE SIGLO) está llena de “Jonases” que habiendo recibido instrucciones específicas del Señor han emprendido rumbo a una dirección opuesta.

Gente que al igual que Jonás, ha pensado que puede escapar de Dios.

Pero como bien lo dice el salmo 149:7 ¿”adonde me iré de tu Espíritu y adonde huiré de Tu presencia”?

¿Habrá algún lugar donde Dios no me pueda encontrar? ¿Habrá algún sitio, por oscuro que sea, en el cual podamos escondernos de Su mirada? ¿Existirán tinieblas, por densas que estas sean, que SU luz no pueda penetrar?

¡¡Estoy seguro que no!! Mi propia vida es ejemplo de ello. Yo estaba TOTALMENTE PERDIDO, desahuciado espiritualmente, y todavía Él me encontró, ¡¡aun cuando yo no lo buscaba!!

Jonás se equivocó, él pensó que podía huir del Señor, del llamado, y terminó de vuelta en el punto de partida.

Pedro pensó que todo había acabado para él: haber negado al mismísimo maestro estaba por encima de cualquier traición que Dios pudiera aceptar o perdonar, y sin embargo Jesucristo mismo una vez resucitado, fue a buscarlo.

Lo cierto es que no podemos huir del Señor. Podemos pagar nuestro pasaje en otra dirección, podemos levantar todos los argumentos que se nos antojen, pero terminaremos en el punto de partida… eso si, no sin antes pagar un precio por nuestra desobediencia.

La travesía de regreso al punto de partida, en el vientre de ese gran pez, puedes estar seguro que no fue un viaje de placer para Jonás.

Tal como él lo hizo podemos comprar el pasaje pero no depende de nosotros que el barco llegue al destino que esperábamos.

Lo mismo le ocurrió al hijo pródigo y la historia se repite en centenares de personas en este siglo, en esta década, en este tiempo.

¿Qué si podemos escapar de Dios? La respuesta es un categórico ¡¡NO!!

Dios agitará (y lo está haciendo) las aguas en las vidas de muchos en este tiempo que, sabiendo lo que Dios quiere de ellos y para ellos, han intentado huir, se han escapado de Su presencia.

Pero para ellos tengo una palabra de Dios: “volverás al punto de partida, Dios te traerá de vuelta”

Porque de Él, de Su mano, de Su poder ¡¡nadie se escapa!!