Author: gabtorar
•12:51
Juan 13:26 “Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón”.

La vida está llena de sorpresas. Un día te despiertas lleno de planes, con deseos de alcanzar muchas metas. Sientes el entusiasmo y hasta las fuerzas para hacer tantas cosas, y en unos pocos segundos algo sucede que nos cambia la vida.
Podría ser algo así que como que al siguiente día ocurre un accidente y esos proyectos se ven frustrados o simplemente ya no estás y esos proyectos se quedaron sin realizar.
Lo concreto es que la vida nos depara sorpresas, eso nadie lo puede negar.
Cuando salimos a la calle a predicar la palabra de Dios, generalmente siento la necesidad de quitarle a las personas esa engañosa sensación de tranquilidad que les hace pensar: “mañana me encardare de arreglar mi situación con Dios”, porque tras esa idea se esconde la peligrosa y engañosa mentalidad que nos engaña convenciéndonos que tenemos toda la vida por delante, cuando la única realidad, es que el día de mañana no nos pertenece.
La vida nos da sorpresas y para muchas de ellas no estamos ni medianamente preparados.
Hay sorpresas gratas e ingratas. Sobre las gratas, solo decir que suelen ser como un oasis en el desierto de problemas y adversidades que enfrentamos cotidianamente.
Pero hablando de las ingratas, una de las más dolorosas que encontramos en el camino es la de aquellos que muerden la mano que les da de comer.
Judas representa literalmente el mejor ejemplo de ello, aunque desafortunadamente no es el único.
Estoy seguro que en tu vida te has encontrado con muchas personas que han mordido tu mano aun cuando es esa misma mano la que les ha dado alguna clase de sustento.
Ya sea que ese alimento haya sido de tipo sólido, emocional o espiritual, seguro te has encontrado curando las heridas de tu propia mano, después que fuiste mordido por aquel a quien estabas alimentando.
Es triste y a la vez curioso, notar cómo las personas bajo la influencia del demonio se ciegan totalmente, o al menos, se vuelven lo suficientemente miopes como para perder la sensibilidad y la puntería, llegando a morder la mano del que les está alimentando.
Hay millares de cónyuges, padres, hermanos, empleados y empleadores (por citar algunos), que han sido víctimas de esta penosa situación.
Jesús no escapó a esta condición. Nosotros tampoco podremos.
El versículo es claro y categórico: una vez que Jesús da el pan mojado a Judas, este sale para sellar “la venta de su pastor”.
Quienes han atravesado por esta estación de la vida saben que es una experiencia dolorosa.
Muchos padres que dieron todo por sus hijos de un día para otro recibieron una certera estocada por la espalda. Muchos hombres que dieron su fuerza y tiempo al trabajo, de un día para otro, y sin previo aviso, fueron despedidos por razones que hasta hoy se cuestionan.
Son millares los que han sido mordidos por aquellos que se beneficiaban de su trabajo o gestión.
No solo se trata solamente de un acto de traición, es también un acto muy cobarde, y tal vez esa sea de las muchas razones por las que Dios dice que en Su Reino no entrarán los cobardes.
Pero hay más que decir sobre el tema. Queda (quizás) la parte más importante: aprender qué hizo Jesús. Aprender de los resultados que esto trajo en su vida.
Si hemos de tener que atravesar por estas paradas de la vida, es más que sabio seguir las pisadas del maestro para no quedarse detenido en esta estación.
Primero que todo, decir que Jesús sabia quien le traicionaría. La escritura no dice el nombre del traidor pero Jesús lo sabe todo, asimismo conoce lo que nadie más puede conocer: el corazón del hombre.
Él sabe quién es de fiar y quién no. Pero con todo eso, sabemos que Judas no solo estaba con los doce, además llevaba la tesorería, el dinero del ministerio.
Segundo, Jesús no se estancó ahí porque la vida, el propósito, la misión para él no terminaba ahí.
Necesitamos motivaciones definidas para no quedarnos estancados en los momentos de dolor o dificultad.
¡¡Qué bueno, qué sano, qué provechoso es saber cuál es la meta que debemos alcanzar en la vida!!
Ello (tener clara nuestra visión) se convertirá en un motor cuando más lo necesitemos.
Jesús sabía que debía llegar a la cruz. Cualquier parada anterior a ella, era temporal y no definitiva.
Tener clara Su visión le dio a Jesús las fuerzas para seguir aun con la mano mordida. Después de todo, TODO su cuerpo sería “mordido por perros” (salmos 22).
Esa mano herida no podía ni debía detenerlo de llegar a la meta y sabemos que lo logró.
No podremos evitar una mordida traicionera de tiempo en tiempo, pero si podremos (y debemos) evitar que ello (por doloroso que pueda resultar) nos impida alcanzar la plenitud del propósito que Dios.
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