Author: gabtorar
•7:13
Efesios 6:14-17

Ayer escribí del versículo 13, sobre los días malos. Sobre la necesidad de tomar la armadura de Dios.

Pero quizás alguno se preguntará ¿Cuál es la armadura de cristiano? ¿Qué será aquello tan consistente que tenga la capacidad de resistir los embates del maligno en esos días que se levanta en nuestra contra?

Los versículos siguientes desde el 14 al 17 describen tal armadura.

En primer lugar, tenemos la verdad. La verdad tiene un poder protector contra las mentiras y contra todo lo falso, asimismo contra el engaño.

En un mundo en el que mentir es “pan de cada día”, Jesucristo, quien demostró ser la verdad, pondrá una especial cobertura sobre aquellos que practican, viven y proclaman la verdad.

En segundo lugar, aparece la justicia.
¿Qué es la justicia? El diccionario la define como “la virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece o corresponde”.

El cristiano que hace justicia con su prójimo, está vistiendo su propia vida con una coraza de justicia. La ley espiritual de Dios dice que “todo lo que uno siembre, ESO cosechará”.

Por ello, para poder hacernos justicia en su momento, Dios necesita que nosotros actuemos con justicia.

Dios no puede defendernos si hacemos cosas injustas porque Él no puede transgredir sus propias leyes.

Otra parte de la armadura es la paz. ¿Cuántas personas conoces que lo único que saben es causar alborotos?

Existen personas que se caracterizan negativamente por ser peleadores, donde quiera que están generan discordia. Pero Dios ama a los pacificadores.

Los líderes de las naciones tendrán la responsabilidad de rendir cuentas por los conflictos bélicos que han suscitado innecesariamente.

Dios ama la paz, Jesucristo es Príncipe de paz, y por supuesto guardará a quienes la practican y promueven.

La siguiente es una importante arma que aunque más defensiva que ofensiva, también forma parte de esta armadura: La Fe.

Sobre todo lo anterior, la fe actúa como un escudo que nos permite apagar los dardos de fuego enviados por el maligno.

Hay días que el maligno se ensaña contra nosotros y nos bombardea con dardos. Esos dardos son lanzados especialmente contra nuestro corazón. La idea de ellos es hacernos dudar. Llevarnos a cuestionar la fidelidad de Dios.

Esos dardos especialmente en los tiempos de mayor aflicción para nuestra alma, buscan llevarnos al escenario en que nos preguntemos ¿dónde está Dios en medio de todo lo que estoy viviendo?

El fin es que dudemos del sincero amor que Dios nos tiene para que nos apartemos de Él, que simplemente digamos “está demás seguir a Dios o servirlo, mejor voy a vivir independientemente, lejos de Él, de sus mandamientos, de Su voluntad”.

Tú no te puedes imaginar cuanta gente ha abandonado el camino de la fe porque esos dardos dieron en el blanco de sus corazones y hoy día a sus tristes existencias se les debe añadir que viven desamparadas (para ellos mismos) de los cuidados del Señor, que es el buen pastor de nuestras almas.

Por ello el Señor nos manda tomar el escudo de la fe.

Para muchas personas el tema de la fe tiene que ver con el tamaño, pero no para Dios. La fe no necesita ser grande sino sólida.

Un sólido escudo de fe logrará bloquear o detener los dardos enviados por el maligno impidiendo que estos den el blanco de nuestros corazones, impidiendo que nos roben el hambre por las cosas de Dios.

Hay dos cosas más que completan la armadura del cristiano una de ellas es el yelmo de la salvación.

La humanidad desde Adán, caída de la gracia de Dios necesita salvación. Cristo vino a morir en la cruz precisamente porque la humanidad necesitaba tal clase de sacrificio por los pecados.

El yelmo era esa parte de la armadura antigua que resguardaba la cabeza. En nuestra cabeza debemos estar claros de si hemos recibido tal salvación o no, porque sin tal convicción o seguridad, tampoco habrá vida eterna junto a Dios para nosotros.

Curiosamente en la cabeza donde residen los sentidos más importantes del ser humano y por ello debe ser debidamente guardada.

La última parte de esta armadura es la espada del Espíritu.
Eminentemente ofensiva, la espada del Espíritu, claramente identificada aquí como la Palabra de Dios, es aquella herramienta de lucha que necesitamos tener a mano para cortar la cabeza de los enemigos espirituales que nos acechan a diario y especialmente en esos días malos.

David, no se conformó con hacer caer a Goliat de un hondazo. Acto seguido tomó la espada y le cortó la cabeza.

Es que había que asegurarse que ese gigante una vez caído no se volvería a levantar, que ya no volvería a “ser tema” en la vida de David.

¿Has tomado la espada del Espíritu Santo para cortar las cabezas de los gigantes que te persiguen?

No te conformes con aturdirlos de un golpe, toma la espada de Dios y córtales la cabeza para que no se vuelvan a levantar contra ti.

Tómate el tiempo para diariamente vestir la armadura.

Tal vez te sea algo incómoda, quizás hasta genere más de algún comentario hostil en tu contra pero es lo único que efectivamente te protegerá en el día malo.
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1 comentarios:

On 25 de agosto de 2010, 23:35 , Anónimo dijo...

amen...mi hermano