Author: gabtorar
•9:05
Santiago 4:3 “pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”

Cuando uno lee con atención la palabra de Dios se da cuenta que la voluntad de Dios es que le pidamos, en primer lugar y en segundo lugar, que podamos tener esas peticiones que le hemos hecho.

Básicamente el problema no es pedir a Dios, eso es algo que Él desea que hagamos. El asunto es qué nos mueve a pedir lo que le solicitamos.

Si no somos cuidadosos terminamos haciendo de la oración un acto egoísta, de búsqueda de autosatisfacción, centrado en uno mismo. Y por supuesto que la oración es mucho más que eso.

El texto aclara que muchas de las cosas que pedimos no las llegamos a recibir porque la motivación es incorrecta: hay egoísmo, y el egoísmo (la carne) nunca produce buenos frutos. Por lo tanto es algo que el Señor no esta dispuesto a alimentar.

La mayoría de las tragedias que afectan a la humanidad son la consecuencia de actos egoístas, de personas que viven y piensan para si mismas solamente.

Uno debe amarse, pero el siguiente paso es amar al prójimo con el mismo amor y en ese punto quedamos siempre cortos.

La ley del embudo (lo ancho para mí, lo angosto para tí) es el emblema de las personas egoístas.

Este verso nos debería hacer pensar en la motivación de nuestras peticiones y en quien será beneficiado en caso de haber respuesta.

¿Es mi oración una lista continua de peticiones personales? ¿Qué lugar ocupan las necesidades de otros en mis oraciones?

Santiago decía que la razón por la que no recibían lo que pedían era por que pedían para sí mismos, para sus deleites.

¿Lo que Cristo hacía a quien beneficiaba? Sus oraciones ¿qué perseguían? ¿Lo Suyo o lo de Otro?

Todas la obras que Jesús realizaba ¿a quién beneficiaban? Está claro que a Él no, a Él le trajeron dolor en lugar de gloria.

El no servia por interés, por ganancia, o por fama siquiera. Cada vez que alguno se acercaba para darle gloria, Él inmediatamente redireccionaba esa gloria PARA el Padre.

Jesús no era egoísta en su vivir y mucho menos en sus peticiones de oración.

Que bueno sería que por fin aprendiéramos que el peor enemigo del cristiano no es el diablo, sino uno mismo.

Pablo le dijo a Timoteo “ten cuidado de ti mismo”. Satanás, el adversario, nos ocupa a nosotros mismos para destruir el plan de Dios para nuestra vida. ¡¡Y como usa el egoísmo!!

Todas las infidelidades son producto de un espíritu egoísta que piensa en si mismo nada más.

Las oraciones pueden llegar a ser abominables cuando están cargadas de ese espíritu anticristiano y bestial, que a veces tiene apariencia de piedad pero niega la eficacia de ella.

Dios nos libre de esa maldición que representa una vida personalista que no tiene tiempo ni lugar para otros.

Si Jesús dijo que servir era la meta del cristiano, que él estaba entre nosotros como uno que sirve. Para servir hay que crucificar el egoísmo.

Dios desea que pidamos, y Él ha prometido responder esas peticiones si ellas están en Su voluntad, y te aseguro amado(a) en el Señor, que el egoísmo no tiene nada que ver con su Divina voluntad.

Comencemos a pedir bien, y nos gozaremos al recibir respuesta.
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