Author: gabtorar
•7:15
Isaías 6:1 “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenadas el templo”

Siguiendo con la idea planteada ayer, es indispensable que ciertas cosas que están muy vivas en nuestras vidas y que no nos ayudan en nuestro andar con Dios, hoy puedan morir para dar lugar a lo del Señor en nosotros.

Creo que unos de los errores más serios que hemos cometido los cristianos contemporáneos es pensar que podemos tener todo lo que siempre tuvimos y simplemente agregar a Jesús a esa vida, lo cual es un gravísimo error.

Cristo ha venido a nosotros para darnos una vida nueva, no para parchar la vida vieja.

Si hay algo que yo personalmente critico de algunos líderes del “cristianismo actual” es la liviandad con que se presenta a Jesús como salvador.
Es como si ser salvo fuera la tarea más sencilla de la tierra ¿Lo es?

Adán y Eva tuvieron una gran caída que requirió de un gran sacrificio que nos concediera la oportunidad de una gran salvación. No es correcto que sólo le digamos a la gente: “acepta a Jesús y ya está”. La verdad oculta del tema es que la vida que Jesús nos ofrece, nos va a costar la vida que teníamos antes de Jesús.

La misma historia está dividida de este modo: Antes de Cristo y Después de Cristo, Asimismo en la vida del hombre hay un antes y un después de que Cristo viene nosotros

Isaías pudo ver la gloria de Dios cuando Uzías murió, pero no sólo vio la majestad de Dios, nuestro segundo punto es que él vio “al Señor sentado en un trono alto y sublime”

¿A quién vio? Al Señor. ¿Qué significa que haya visto al Señor? Que vio una figura de autoridad, mejor dicho, la figura de máxima autoridad.

El Señor es el dueño, el amo, el que merece el respeto, el que merece el reconocimiento, el que debe ser servido y servido con temor reverente. Isaías no vio a un viejo amigo, o a un conocido, él vio a Dios, al Eterno, al que todo lo puede, al que todo lo llena.

¿Entiendes? Fue una gran revelación la que este varón tuvo ese día. ¡¡Vio la grandeza de este Señor!!

¿Has tenido tú esa clase de revelación de Dios?

Es esta revelación la que nos cambia en verdad la vida. No es el mero hecho de “recibir a Cristo”, sino el aceptar el “Señorío de Cristo” el que nos cambia la existencia y concede salvación.

Si Cristo no es mi Señor difícilmente puede llegar a ser mi Salvador. ¡¡Qué sencilla pero profunda verdad!! ¿Cómo podría Jesús llevarme al cielo, si no le obedezco en otros asuntos terrenales?

Isaías tuvo el gran privilegio que muchos sinceros hombres y mujeres que asisten a las congregaciones todavía no han tenido: “ver al Señor”.
Ver al Señor le llevó a entender quién era él mismo. En el versículo 5 dice: “¡Ay de mi que soy muerto!”.

Finalmente esta es la verdad que nos puede salvar: “llegar a tener a Cristo como el Señor de nuestras vidas”; no solamente como una buena influencia valórica, o como una muletilla a la cual recurro en momentos de angustia, sino como Aquel que dirige los destinos de mi vida, porque he decidido voluntariamente ponerla en Sus manos.
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