Author: gabtorar
•9:56
Juan 3:27 “Respondió Juan y dijo: no puede el hombre recibir nada, sino le fuere dado del cielo”

¡Que importante es llegar a entender esta verdad planteada por Juan el bautista

Frente al hecho que el ministerio de Jesús había comenzado a ganar popularidad entre la gente, los discípulos del bautista sintieron cierta disconformidad con el asunto y plantearon a su maestro la situación.

Juan pudo haber reaccionado como la mayoría de nosotros lo hace cuando nos sentimos amenazados o vemos que de alguna nuestro trabajo o esfuerzo están perdieron fuerza o provecho. Esa es la reacción más natural de las personas, a lo que normalmente siguen el enojo, la molestia y muchas veces el rencor, la envidia o la amargura.

Pero Juan era un hombre de Dios, uno que juzgaba las cosas de manera espiritual y parafraseando su respuesta, esta fue clara y categórica: “déjenlo en paz, si la gente va a él en vez de a mi, es porque Dios así lo quiere”

¡Cuántas cosas por las que nos enojamos no serían tema de enojo si comprendiéramos esta verdad! Que es Dios quien determina las cosas desde Su trono en el cielo.

Juan además con gran humildad entendió que era tiempo para que su ministerio menguara y el de Cristo creciera.

Esto es tener la mirada puesta en las cosas de arriba. NO vemos en esta respuesta un interés por salvaguardar intereses personales (como lamentablemente vemos que sí ocurre en algunas congregaciones), sino todo el sentir está puesto en que los planes celestiales tengan cumplimiento.

De algún modo Juan esta diciendo: “lo que importa es que los designios de Dios se cumplan, todo lo demás es secundario, incluyéndonos a nosotros.

Quiera Dios armarnos de este pensamiento, de este sentir, que es el que gobernaba a la iglesia primitiva, y que también gobernó a nuestro Señor Jesucristo.

Que el gran privilegio de ser tenidos por colaboradores en la obra de Dios no se vea empañado por intereses egoístas de figurar o afanes de protagonismo.

Después de todo el único que es digno de verdaderamente recibir alabanza, gloria y reconocimiento es el perfecto, justo y santo hijo de Dios.

Y ante lo que pueda venir a nuestras vidas, seriamos sabios en aplicar este mismo principio: “sólo recibiremos lo que el cielo (la voluntad de Dios) permita que recibamos.”

Ya sea que nos parezca bueno o malo, confiemos en la sabiduría y soberanía de Aquel que todo lo puede y que todo lo conoce.
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