Author: gabtorar
•7:54
Isaías 6:1 “…vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime…”

En esta última parte nos encontramos al profeta Isaías hablándonos de un tema que es tan crucial como los dos puntos anteriormente tratados.

Habíamos dicho que ciertas cosas de nuestra vida le hacen sombra al Señor y a Su Plan para nosotros. Cuando esas cosas (o personas) son quitadas de en medio, avanzamos un paso y llegamos "a ver a Dios". Pero esta visión de Dios no sólo nos permite asombrarnos de descubrir quién es Él, sino que nos entrega valiosa información concerniente “al lugar” que Dios desea ocupar en nuestras vidas.

Isaías vio al Señor “en un trono”. El es el Rey, es el Señor, y el único lugar digno para alguien de esa estirpe es un trono.

El trono sobre el cual está sentado Dios, se encuentra ubicado en lo más alto de los cielos.

Esto nos debe hacer pensar ¿Qué lugar le ofrecemos nosotros en nuestras vidas? Si Él se sienta en un trono alto y sublime, ¿se conformará con menos cuando le invitamos a nuestro ser?

Me apena ver que muchos creyentes apenas le dan a Dios un pequeño rincón en sus corazones. Otros lo mantienen "a raya", apenas lo suficientemente cerca para acudir a Él en sus momentos de aflicción o necesidad.

Un trono representa un lugar de autoridad. No cualquiera se sienta en un trono: Dios ocupa el lugar de máxima autoridad en el universo y por supuesto que Su voluntad e s poder sentarse sobre el trono de nuestro ser y desde allí dirigir nuestros pasos.

Este es un tema que no debemos desestimar: Si no le damos a Dios la potestad para que se siente en nuestro trono, entonces se lo daremos al diablo o nosotros mismos lo haremos convirtiéndonos así en “nuestro propio dios”.

El problema con ello es que de acuerdo a quien nos gobierne serán los resultados que obtengamos en la vida.

¿Quién más que Dios, tiene la sabiduría, el poder y el amor, para guiarnos, guardarnos y proveernos de lo que necesitemos para acabar bien esta difícil carrera?

La gran responsabilidad que descansa en nuestras manos es tremenda. La de sabiamente otorgar la facultad de que alguien se siente en el trono de nuestra vida. Si decidimos bien, tanto nosotros como los que amamos se beneficiarán, si decidimos mal, cuenta daremos y tendremos que encarar las consecuencias y costos de dicha decisión.

En lo que a mi respecta: “Yo y mi casa serviremos al Señor, y le daremos a Él que se siente en el trono de nuestra vida, familia y hogar”. ¿Qué harás tú? ¡Decide bien!
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