Author: gabtorar
•11:10
1 Tesalonicenses 4:6 “Que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya hemos dicho y testificado”.

De este verso podemos claramente extraer un mensaje fundamental para los cristianos: no es la voluntad de Dios que entre nosotros haya la intención de engañar o agraviar al prójimo.

De acuerdo al diccionario agraviar significa “herir, lastimar u ofender”.

Jesús se refirió severamente contra los que causaban tropiezo a sus pequeñitos. El dijo que era imposible que no hubieran tropiezos, pero dijo “ay” de los que hacen tropezar.

Indudablemente estas palabras fueron dichas por causa de aquellos religiosos de su tiempo que no ponían la mirada en las cosas de Dios. Eran hombres terrenales, legalistas) estrictamente religiosos) que no tenían verdadera preocupación por la gente o por el reino de Dios, sino por ellos mismo solamente.

Por supuesto Jesús sabe que en un momento u otro podemos sin desearlo herir, lastimar u ofender, en resumen, ser tropiezo para alguno, pero tengo perfecta claridad y confianza que para esos casos ¡el Señor siempre tiene una salida!

No es aceptable que como hermanos actuemos con la intención de herir a nuestro prójimo. Eso es feo y censurado por el Señor, pero para esas cosas que hacemos sin maldad, sé que la sangre de Jesús nos cubre.

Tendremos que transitar por diversas experiencias aun para poder llegar a la estatura de Cristo.

En muchos de esos caminos sentiremos que Dios permite cosas que nos humillan, son tiempos de probar nuestras convicciones, de hacer nuestra parte y confiarle los resultados a Él.

La poda es una tarea muy necesaria au que dolorosa en la vida del cristiano.

Cuando los árboles son podados parece que han perdido pero en realidad están ganando porque se están siendo preparados para una etapa nueva, de nuevo fruto.

Dios nos está preparando para una nueva estación.

Se que vienen cambios radicales. Y a los hombres no nos gustan los cambios, preferimos estabilidad.

Es curioso pero la vida cristiana es como una mudanza constante. Todos deseamos la casa definitiva (y la hay eterna en los cielos)

Deseamos ese lugar que llamamos hogar y al que nos acostumbramos, el que de hecho decoramos de acuerdo a nuestras preferencias, lo pintamos de cierto color, lo enriquecemos con adornos a nuestro gusto…

Cuando por diversas razones tenemos que cambiarnos de domicilio nos cuesta aceptarlo porque pensamos en todo lo que hemos logrado y también en lo que hemos invertido.

Pues bien, Dios no desea que nos conformemos con lo que hemos logrado. Él quiere que sigamos “adelante al premio del supremo llamamiento en Cristo Jesús”. Esto implica seguir mudándonos, cambiando de barrio, cambiando de nivel.

A nivel político, los noticieros hablan del revuelo que causan en algunas carteras los cambios que se están intentando establecer.

Las personas nos acomodamos a ciertos sistemas y somos renuentes a cambiar.

Bueno, Dios vino a nuestra vida para transformarla y ese proceso será menos doloroso si nos entregamos en Sus manos y le dejamos actuar.

La fe es fundamental para que cuando no veamos los resultados que esperábamos podamos tener la paz EN Dios de que Él sabe mejor que nosotros lo que está haciendo y que llevará a puerto lo que tenga que llegar ahí, incluso de maneras que tal vez no pensábamos.

A veces se nos olvida que somos sólo instrumentos, parte de un plan, que de hecho nosotros NO SOMOS el plan, Cristo lo es.

De repente sin darnos cuenta, pensamos que si las cosas no salen como esperábamos entonces algo anda mal.

Eso pensó Juan bautista, después de haber presentado a Jesús como el Mesías, pero al ver que las cosas no iban como él pensaba, se turbó y mandó a preguntar si era Él realmente al que estaban esperando.

¿¡Qué curioso!? Juan estaba seguro de que Jesús era el Mesías primero (en verdad tú y yo sabemos que lo era) y cuando las cosas no fueron como él pensaba (esperaba) dudó.

Nada quitará a Juan lo impecable de su ministerio.

Él murió por la causa del Señor, pero hasta ahora nos queda la enseñanza de que no podemos quedarnos en nosotros. Siempre debemos movernos hacia Él.

¡¡Él siempre sabe lo que es mejor!!
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