Author: gabtorar
•9:01
1 Tesalonicenses 4:6 “Que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya hemos dicho y testificado”.

¡¡Qué gran corazón tiene Dios!! Para entendernos, ser paciente soportar nuestra forma de ser.

Me he estado acordando de Moisés. Él representa un clásico ejemplo (entre varios que aparecen en la escritura) de lo que pasa cuando el liderazgo es mal entendido.

Cuando los israelitas estaban esclavos en Egipto, y Dios lo tomó para liberarlos de la deplorable vida que tenían, la gente lo aplaudió.

Cuando la mano poderosa del Señor se movía entre el pueblo, al recibir provisión sobrenatural, al abrir el mar, al liberarles de “sus demonios” (males que traían), ellos vitoreaban a Moisés. Él era un héroe para los israelitas, pero cuando “algo” no salió como ellos esperaban, de inmediato miraron atrás, se acordaron de Egipto y pensaron en regresar.

¡¡Habían sido esclavos allí, no eran nadie, no valían más que para hacer ladrillos!!

¿A qué clase de vida querían regresar? ¿Por qué querían volver?

¡¡Qué injustamente drásticos somos los seres humanos!!

Sería de mucho provecho que tuviéramos tal radicalidad con las cosas que lo ameritan: con los vicios, con el mal carácter, con las mentiras, con los pecados que acariciamos y que no estamos dispuestos a abandonar, con la falta de misericordia que Dios ve en nuestras vidas, con la falta de amor que se deja entrever por la manera en que juzgamos las cosas.

Hay mucho que debería salir y que, sin embargo, preferimos seguir albergando en el corazón.

Los israelitas tenían ese problema. Moisés intentaba bajo el liderazgo del Señor, llevarles a una tierra nueva y ellos cada vez que las cosas no resultaban de acuerdo “a sus expectativas” pensaban en regresar.

Claramente Dios es soberano y su manera de actuar muchas veces no la entendemos.

Es por eso que somos llamados a seguirle por fe, es decir, a tomar decisiones con la convicción de que eso es lo que Él desea para nosotros y con la convicción de que eso es lo que nosotros queremos hacer.

Moisés no los obligó a seguirlo, ellos creyeron que debían seguirlo y cuando todo resultaba como ellos pensaban Moisés era un gran líder, pero cuando las cosa salían de manera diferente le criticaban diciendo para qué los había sacado a morir al desierto.

La falta de agua provocó esta reacción. Las carencias o faltas dejan al descubierto lo que en verdad hay en nuestros corazones y en ocasiones, cuando Dios quiere hacernos el gran servicio de mostrarnos lo que hay en nuestro corazón, nos permite vivir carencias.

A Jesús le pasó lo mismo. Mientras hacia sus milagros y les ayudaba en sus necesidades (tanto físicas como espirituales) era el Mesías. La gente clamaba “Hosanna al Rey que viene”.

Lo vitoreaban y aclamaban, le bendecían con sus bocas, le agradecían sus favores, pero luego, muchas de esas mismas persona egoístas gritaban ¡crucifícale, crucifícale!

El texto dice que ninguno agravie o engañe a su hermano. Moisés no los estaba engañando cuando los llevaba por el desierto, Dios lo mandó así; Jesús no los estaba engañando en las cosas que decía o hacía, Dios lo mandó así, pero la gente no lograba ver esto.

Ellos estaban viendo las cosas desde el lado equivocado.

Cuidado con dar lugar al adversario. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, guarda tus pensamientos, la vida espiritual fluye donde hay un corazón limpio, pero se obstruye donde hay contenciones y raíces de amargura.

Que ninguno agravie a su hermano es lo que Dios quiere ver en nosotros Su Pueblo. Que ninguno engañe (es decir, que a sabiendas mienta a su prójimo) es lo que Dios nos manda no hacer.

Pero en encamino del cristianos siempre habrá nuevos caminos por recorrer y nuevas lecciones que aprender.

¡¡Gracias Señor porque en todo eso estamos siendo conformados a la imagen de Aquel que nos llamó!!

“Pasando por lo que Tú pasaste, entenderemos mejor lo que Tu viviste, y nos haremos semejantes a Ti en tus aflicciones y en Tu Santo carácter”
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