Author: gabtorar
•9:43
1 Pedro 4:3 dice: “baste ya el tiempo pasado para haber hecho (para haber vivido) lo que agrada a los gentiles andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías”

Para que Dios pueda plantar en nosotros su perfecta voluntad debemos “preparar el terreno” de nuestras vidas.

En el versículo anterior Dios está diciendo: “ya fue suficiente de eso. Por años viviste para esas cosas, ahora vas a vivir para mi”.

De esa vida, de esos años que vivimos sin Cristo ¿qué logros significativos podemos contar? Muy pocos, por no decir “nada”.

Básicamente cosechamos dolores, tristezas y sinsabores.

Meditando, el Señor me hacía pensar en la gran diferencia interior profunda que existe entre las personas que tienen a Cristo y las que no.

Déjame graficarlo así: “Las personas que “tienen a Cristo” son personas alegres, que tienen momentos tristes. Sin embargo, las personas “sin Cristo” son personas tristes que tienen momentos esporádicos de alegría.

Obviamente la razón correcta para tener a Cristo no es para ser gente triste o alegre, sino para “ser salvos”, pero esa salvación añade a nuestra existencia un gozo que no se puede describir con palabras.

Si la vida de Cristo en nosotros produce gozo, se debe destruir la vida que producía tristeza, esto es la vida vieja, la vida de la carne.

Debemos ocuparnos en nuestra salvación.

Las cosas que logramos en la vida, no son producto de la casualidad. Trabajas por ellas, decides que obtendrás tal o cual cosa, que pagarás el precio por ellas.

Con Dios es igual, no nos volvemos gente espiritual por casualidad, decidimos que viviremos para la gloria del Señor cueste lo que cueste. ¿Has tomado ESA decisión?

Cuando decidas que en verdad quieres vivir para el Señor te encontrarás con el hecho de tener que destruir cosas por las cuales te esforzaste cuando no conocías a Dios.

Esta parte es una de las más complejas de llevar a cabo porque normalmente a uno le complica (¿duele?) desprenderse de aquello que tanto le costó”.

Así que nuestra salvación le costo a Cristo todo pero también tiene un costo para nosotros.

El llevar la cruz cada día y seguirle es parte del precio que nos corresponde pagar.

El enemigo no te complicará la vida si tú no le complicas a él. Vivirás las complicaciones propias de la vida nada más.

Al diablo no le molesta que busquemos a Dios mediocremente, que tengamos a Dios como algo más en la vida, sin comprometernos a vivir para Él.

Lo que complica verdaderamente al enemigo es encontrarse con gente comprometida con Cristo, es decir, con personas que toman en serio Su Palabra, que desean ordenar sus caminos de acuerdo a las directrices del Reino de Dios.

Hay quienes luchan por convertirse en “profesionales destacados” y lo logran, otros luchan por tener “una linda casa” y la llegan a tener, otros luchan por una “bonita apariencia” y la consiguen: todo lo que el hombre sembrare eso segará.

Sembrar, es trabajar y esforzarse comprometidamente para obtener un resultado, una cosecha.

¡¡Vale la pena trabaja por aquello que tendrá un valor eterno!!

La obra que Dios hace permanece para siempre y para que Él pueda cumplir cabalmente Su plan tendremos que DECIDIDA y SERIAMENTE considerar a qué nos vamos a dedicar.

¿Sembraremos en vivir para Cristo y cosechar una vida eterna en los cielos, sembraremos en vivir para satisfacer los deseos egoístas de la carne y recibir como salario eterna condenación?

Permíteme volver a decirlo: “es fundamental DESTRUIR LO FUIMOS si queremos edificar la voluntad del Señor en nuestras vidas”.
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