Author: gabtorar
•13:21
1 Pedro 3:17 “Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo que quiere, que haciendo el mal”

Claramente el padecimiento está ligado a la vida de los hombres. Es tan real como el gozo y temprano que tarde nos veremos encarándolo de algún modo.

Lo importante entonces parece ser el “por qué padecemos”. ¿Cuáles son las razones de nuestros padecimientos?

Muchas veces padecemos por haber tomado “malas decisiones”.
Precisamente en la víspera de año nuevo encontramos personas siguiendo toda clase de cábalas, esperando que por esas cábalas sus vidas sean mejores el año que entra.

Pero sin querer ser pesimista o negativo, las consecuencias de nuestras malas decisiones no son cubiertas por una cábala anual, mensual, semanal, ni aun diaria.

Creo que la fuente más común de nuestros padecimientos es que nos apresuramos a hacer cosas, a involucrarnos con personas, a entablar relaciones, hacer negocios… en fin, una gama de situaciones en las que no invertimos suficiente estudio o planificación y que terminan produciéndonos muchos dolores de cabeza, que se podrían evitar.

Con seguridad el número de infartos se reduciría notablemente si antes de actuar pensáramos mejor en lo que estamos a punto de hacer.

¿Cuántos dolores nos evitaríamos si fuésemos más conscientes de las cosas en las que nos comprometemos?

Por otro lado, no es menos es cierto que a veces padecemos por las decisiones que otros toman y que nos involucran. En este punto no hay mucho que podamos hacer.

Pero existe una clase de padecimiento que llega a ser muy buena para nosotros. Me refiero a los padecimientos que vienen como consecuencia de hacer la voluntad de Dios
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Sin duda lo mejor que nos puede pasar es tener la convicción que estamos haciendo la voluntad de Dios. Y si esa voluntad es tener que padecer, entonces, no hay de que lamentarse.

Por causa de hacer el bien, pueden venirnos ciertos males que desearíamos no tener que experimentar, pero si viene como producto de hacer la voluntad de Dios, el fruto final de esos padecimientos será de gran provecho para nosotros.

Tantas veces he oído decir: “si tienes a Dios en tu vida con Dios todo va a estar bien, y realmente es una parte de la historia. A decir verdad, Cristo en nosotros, es la esperanza de Gloria, Él puede transformar nuestros desiertos en ríos, sin duda alguna.

Pero el propósito de Dios es formar a Cristo en nosotros y para entender bien esto hay que preguntarse qué clase de vida llevaba Cristo.

Él no vivía una vida de cuento de hadas. Él no arreglaba todo con una varita mágica. Aunque era Dios y tenía el poder para hacerlo todo, hubo muchas cosas que él no arregló.

El enseñó claramente el valor de la responsabilidad personal, es decir, el rol que tiene cada uno a la hora de asumir las consecuencias por sus decisiones.

Cristo ofrecía esperanza, pero no sobre la basa de mentiras o cuentos con final feliz. Él enseñaba el valor de cosas tan simples y profundas como la regla de oro: “haz a los demás como quisieras que ellos hagan contigo”.

En buenas cuentas nos enseñó que “para poder participar de los frutos, uno debe trabajar primero”. Nos estaba diciendo que “todo lo que uno siembre, eso mismo cosechará”.

Pues bien, la voluntad de Dios nos llevará por caminos que ni siquiera pensamos que pudieran existir. En una aventura asombrosa de fe descubriremos que El plan de Dios es maravilloso, y que los padecimientos son parte importante de ese maravilloso plan.

Lo importante como dijera Pedro en su epístola, es que “si hemos de padecer, que sea por hacer lo correcto, por estar siguiendo la voluntad de Dios, por hacer el bien”.

Cualquier otra causa de padecimiento, además de aflicción traerá pérdida y ningún fruto que perdure para la vida más importante: “esa que tendremos (con o sin Cristo) en la eternidad”.
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