Author: gabtorar
•12:06
Juan 1:26 “Juan les respondió: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis”

La afirmación de Juan es muy triste. Es definitivamente trágico no darse cuenta de lo que uno tiene alrededor.

Muchos vienen a descubrir el valor de lo que tenían cuando lo pierden. Se da mucho en el caso de hijos que recién comprenden cuan valioso era tener una madre o un padre cuando este ha partido.

Se da en el caso de muchos cónyuges que no valoran a la persona que tenían al lado hasta que esa persona ya no está más, ni tiene disposición de volver a estar.

Está claro que somos más exigentes de lo que deberíamos con los demás y que somos en extremo condescendientes con nosotros mismos.

En lo personal me ha tocado vivir experiencias con personas que fueron muy críticas conmigo.
Seguro en algunas de esas cosas por las que me criticaron estaban en lo correcto, pero es más seguro todavía que muchas de las cosas por las que yo fui criticado, ellos mismos las hacían, solo que les era más sencillo verlas en otros.

Esa es la raíz del fariseísmo que Cristo tanto despreciaba. A Él no le molestaba lo que enseñaban los fariseos, a Él le molestaba que los fariseos no vivieran para nada lo que enseñaban. Eso lo convertía en actores, en hipócritas.

La ceguera más terrible es la espiritual. Una persona que ha perdido la capacidad de ver ciertamente enfrenta una realidad terrible, pero una persona que teniendo sus ojos, es incapaz de ver la realidad, es todavía más digna de compasión, y así estaban en general los judíos en el tiempo del Mesías.

Juan lo dice abiertamente “en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis
La única forma de no ver a uno que está medio es estando ciego. Y esta ceguera espiritual es difícil de sanar porque los ciegos espirituales disputan su punto de vista, asegurando que ven.

Creo que la mayoría de los milagros físicos que Jesús realizó, eran una figura de los problemas espirituales que tenía la gente.

Ellos estaban ciegos (porque no veían a Dios en la persona de Jesús); estaban sordos (porque eran incapaces de escuchar y recibir la doctrina del Salvador); estaban paralíticos (detenidos e imposibilitados de avanzar con Dios porque eran en extremo religiosos y las muletas de la religión les impedía caminar debidamente).

Muchos derechamente estaban muertos en sus delitos y pecados y el Señor de la vida les resucitó, les dio una nueva oportunidad.

Pero con todo lo anterior, eran incapaces de ver al Cristo que estaba en medio de ellos. Ellos no conocían al Señor. No podían conocerlo porque la religión acomodada a su gusto, les impedía verlo.

Esto es igualmente común hoy en día. Hay personas que tienen una religión en extremo permisiva, cuyo “dios” es débil de carácter. El dios de esa religión (por supuesto no es el de la biblia), se llama eros, es el “dios del amor”.

Digo que se llama eros porque todo es movido por un amor terrenal, carnal, mundano, no es amor ágape (verdadero amor de Dios). Es un amor de conveniencia.

Es un dios que no pone reglas, que permite los excesos, porque para ese dios las personas son lo más importante.

Desde luego las personas siguen y sirven a ese dios porque les acomoda. Esas personas no se dan cuenta que “en medio de ellos hay uno a quien no conocen, Cristo”. Y que este es el único que realmente puede salvar.

Como puedes ver el problema no es que el Señor se encuentre a kilómetros de distancia. El problema es que nosotros no le conozcamos, aunque cuando Él pueda estar en medio nuestro.
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