Author: gabtorar
•11:50
Marcos 16:17 -18 “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.

Hay mucho sufrimiento en el mundo hoy y ese sufrimiento viene de todas partes.

Viene de personas que mueren de hambre, de personas que tienen enfermedades incurables, de personas que están sumergidas en estilos de vida perniciosos, de personas que se sienten solas, en fin, de muchas fuentes.

He escrito con antelación que el sufrimiento es algo inevitable. Podemos invertir mucho tratando de evitar el sufrimiento, pero es una estación obligada en la vida de cada ser que está en esta tierra.

¿Cuántas personas están ansiosas por una solución a los problemas que les causan sufrimiento y recibirían con gusto una solución sin importar de dónde viniera? La respuesta es muchas.

Muchísimas personas se sentirían dichosas que alguien le diera solución a los conflictos que causan sus sufrimientos, y la verdad, no les importaría mucho quien fuera, con tal que el sufrimiento acabara, aunque fuera de manera temporal.
Esa desesperada condición que viven muchas personas, les sitúa en un escenario en extremo peligroso, mucho más cuando consideramos las palabras de Jesús en relación al engaño del que serían víctimas las personas en el tiempo postrero.

Hay muchas gentes que esperan recibir un milagro. Les da lo mismo quien esté detrás, Dios, el diablo, les da igual. Lo único importante para ellos es el resultado y eso es algo de temer.

Jesús ciertamente hizo milagros e incluso agregó que ciertas señales seguirían a los que creyesen en Él. Pero si, milagros o señales, es todo lo que buscamos, seremos presa fácil de los múltiples engañadores que ya hay en el mundo y de los que habrá en un futuro muy cercano.

Entre las señales, se cuentan 2, que a mi juicio, son especial motivo de confusión para algunos: estas son echar fuera demonios y sanar enfermos.

Jesús habló de estas dos importantes señales, en relación con un tema todavía más importante: “la predicación del evangelio”.

Lo que Él estaba diciendo era que a la predicación del evangelio le seguirían (en algunos casos) estas señales como una manera de autenticar que dicha predicación es la obra de Dios y que cuenta con el respaldo de Dios.
Visto de este modo, el echar fuera demonios o sanar enfermos, no es lo fundamental. La predicación del evangelio lo es.

Jesús efectivamente sanó a muchos, pero fue categórico en decir que Él había venido a buscar lo que se había perdido.

Las sanidades y milagros no eran el mensaje principal, de ningún modo.

En efecto, muchas personas le siguieron cuando vieron que Él hacía señales, pero no capturaron Su mensaje.

No eran las señales del Señor las que traían salvación sino el mensaje del Señor, y debemos recordar que Dios siempre apunta a lo medular.

Yo creo firmemente que Dios puede sanar a los enfermos (testimonios los corroboran) y a veces lo hace, pero estoy más seguro todavía que Él desea salvar a los perdidos más que solamente sanarlos.

El interés del Señor es por lo eterno, y a esa luz, lo temporal puede ser sacrificado.

Muchos que fueron sanados por Jesús, no fueron salvos, y el problema del hombre no es si tiene o no salud, el verdadero problema, es si tiene o no salvación.

Muchos milagreros andan entre nosotros hoy. El problema es que no tienen el mensaje de la salvación.

A Jesús le preocupaba solucionar el problema eterno del hombre, el problema de su alma, de su salvación. Jesús no tranzaba la verdad con tal de ganar a alguno. Al contrario, la verdad era la única medida posible para ganarlos.

Los milagreros seducen a los neófitos con falsas promesas. A futuro verás a muchos hacer prodigiosos milagros. El problema es que ellos no te darán la verdad.

Sus milagros serán parte de un montaje engañoso cuya finalidad será diametralmente opuesta al propósito de Jesús.

Jesús vino a salvar, estos vendrán para llevar a la perdición.

Las personas que están hambrientas de señales pero que no tienen hambre por la verdad, caerán en la trampa de estos falsos cristos, de estos engañadores y usurpadores.

Debemos abrir muy bien los ojos, porque el engaño está más cerca de lo que pensamos.

Por tanto, amado lector, ten cuidado de ir tras lo espectacular. El evangelio que trae vida y salvación es sencillo, no requiere de luces de colores ni de afiches luminosos.

Más bien, su principal fuente de atracción es un hombre santo, azotado, quebrantado, clavado en una cruz que destila sangre carmesí.
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