Author: gabtorar
•6:37
MArcos 7:28 "Respondió ella y le dijo: si, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos"

Es maravilloso saber que Dios tiene control absoluto sobre todas las variables de la vida de los hombres. Esto lo pone a Él en un lugar de privilegio y a nosotros en uno de mucha conveniencia.

Piensa en esto por un momento. Él tiene todo poder y capacidad para hacer lo que Él desee (estime necesario o apropiado).

Nosotros somos seres muy necesitados de esa ayuda superior. Si Dios fuera un malvado estaríamos en verdaderos aprietos, pero sabemos que Él es bueno. Jesús dijo “solo uno hay bueno, el Padre”.

Ese Padre es también nuestro padre si aceptamos ponernos bajo su soberanía y si lo hacemos, hemos ganado el mejor aliado que alguno podría soñar tener.

Indudablemente las relaciones nunca deben basarse únicamente en cuestiones de conveniencia. Esa clase de relaciones se vicia y por tanto, es de corta duración o al menos intrascendente en lo que a permanencia eterna se refiere.

Nosotros no debemos buscar a Dios por Sus beneficios, pero podemos dar gracias a Dos que si lo buscamos, recibiremos Sus beneficios.

¡¡Que buena noticia para empezar la semana!! ¿No?

Hace un par de días compartía de la mujer sirofenicia que tenía un problema con su hija, la cual era atormentada por un demonio. Ella vino a Jesús porque había oído de él.

La fama de Jesús era incuestionable. Sus obras eran portentosas: Milagros, sanidades, liberaciones se contaban entre las muchas obras con las que él demostraba el amor de Dios hacia una humanidad necesitada.

Jesús era movido por una profunda compasión, pero también era movido por una todavía más profunda dirección de parte del Padre.

Jesús vino a lo suyo, esto es, al pueblo judío. Ellos eran por derecho los beneficiarios de las obras de Dios.

Sin embargo, esta mujer griega viene a Jesús porque sabe que él tiene lo que su hija necesita.

A ella no le mueve el amor por Dios, no le mueve admiración por Jesús, nada de eso, a ella le mueve sencillamente una profunda necesidad de madre.

Cualquier madre que ama a sus hijos se aflige al ver que alguno de sus hijos sufre, por la causa que sea. De modo que ella viene al Señor porque necesita del Señor.
El Señor le responde que aún no es el tiempo de los gentiles, que no está bien dar el pan de los hijos a los perrillos.

En cierto modo esto pudo resultar ofensivo a la mujer, pero ella no estaba dispuesta a ser persuadida por cualquier argumento, su necesidad era urgente, su necesidad estaba por encima de los apelativos que le pudieran descalificar por no ser judía (estos son los perrillos, los gentiles)

Veo en esta mujer características, que nosotros debiéramos imitar si hemos de recibir algo del Señor.

Ella se humilló, vino postrándose a los pies de Jesús, y una vez que Jesús le dijo que no era tiempo para ella de recibir algo del Señor, ella continuó humillándose.

Lo que me impacta de esta escena es que muchas personas al oír una aparente negativa de parte del Señor se hubieran levantado (rostro enardecido) para encarar a Dios y decirle que es un mal Dios, que no merece nada de los hombres y (seguramente) para amenazarle que se iría a buscar ayuda “en otra parte”.

Esta mujer en cambio, entendió que el camino para recibir del Señor era hacia abajo, es decir, humillándose. ¿No dice la palabra de Dios que al que se humilla Dios le exalta?
Al parecer esta mujer entendía la palabra de Dios mejor que muchos de los mismos judíos. ¡¡Y cuan útil le resultó!!

Ella entendía que Jesús le podía ayudar. Ella creyó que Jesús le quería ayudar, pero por sobre eso, entendió que para que Jesús pudiera hacer cualquier cosa por ella, era imprescindible humillarse.

Dios es bueno siempre. Él es bueno incluso cuando dice NO a lo que desearíamos que diga SI. Él es bueno cuando aparentemente nos pone las cosas difíciles.

Esta mujer fue perseverante no solo en creer que Dios le podía ayudar, sino especialmente en su humillación ante ÉL.

Finalmente recibió lo que pedía. Su hija fue libertada de esa opresión demoniaca.

Hay muchas lecciones que aprender de aquí, pero me quedo con esto: el camino a la victoria es primero hacia abajo.

Si en la ley de Newton: “todo lo que sube baja”, me parece que no sería un error decir, que en la ley de Dios la regla es: “todo lo que baja, sube”.

Esta mujer griega y muchos otros hemos comprobado que es así.
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