Author: gabtorar
•12:15

Juan 10:9: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”.

Alguien podría preguntarse ¿cuáles son esas puertas abiertas que deberíamos cerrar?

Bueno, las puertas que dejamos abiertas son básicamente cuestiones que tienen que ver con nuestras relaciones.

Jesús fue claro al decir que “nada trajimos a este mundo y que nada sacaríamos de el”.

Las palabras de Jesús son verdaderas. Pero cuando él dice que “nada sacaremos” se refiere a “nada material”, porque indudablemente las relaciones que hayamos establecido en esta vida, de alguna manera, nos acompañarán más allá de esta vida.

Las relaciones son algo a lo que desafortunadamente no damos suficiente importancia.

Tomamos las relaciones muy a la ligera. Por supuesto, hay distintas clases de relaciones, pero en general todas tienen su cuota de valor e importancia.

Nos relacionamos con personas a todo nivel. Al trabajar en un lugar, por ejemplo, ¿qué hacemos allí? Entablamos relaciones. Al estudiar, al vivir en una comunidad, al participar en una congregación, SIEMPRE estamos relacionándonos con otras personas. Y muchas veces no lo hacemos de la forma más adecuada.

Las relaciones tienen un comienzo, un desarrollo y un fin. Es triste cuando no aprendemos a terminar nuestras relaciones. Es allí principalmente cuando dejamos puertas abiertas o a medio cerrar como alguno podría decir.

Ocurre con las relaciones de pareja. Hay noviazgos, por ejemplo, que no funcionan por distintas razones. ¡¡Qué bueno y saludable es terminar esa relación bien!!.

O cuando un matrimonio se rompe. Con todo lo doloroso que eso resulta ser, uno debería esforzarse por terminar la relación lo más sanamente posible.

Al vivir en comunidad tenemos conflictos con vecinos.

Las iglesias no escapan a esta suerte de regla. En la casa de Dios nos relacionamos con otros hermanos. Cada persona es una historia única y tiene un carácter único también. Ya sea por circunstancias de la vida o decisiones personales, las relaciones entre hermanos llegan a su fin. ¡¡Qué sabio (y justo) es terminar las relaciones bien!!

¡Que poco provechoso es para cualquiera, dejar una puerta a medio cerrar en ese sentido!

Cuando uno sale de un trabajo, debería esforzarse por salir por la puerta, que es por donde también entró.

Cerrar puertas es importante. Acabar los procesos es importante.

El perdón tiene que ver con esto. Perdonar es en buenas cuentas cancelar una deuda. Cuando uno perdona, está cerrando una herida abierta.

Difícilmente habrá total recuperación mientras una herida permanezca abierta. Difícilmente podremos gozarnos de lo que Dios nos haya preparado mientras tengamos en la conciencia al carga de no haber concluido APROPIADAMENTE algún capítulo de nuestra vida.

Jesús expiró en la cruz, pero lo hizo cuando todo lo que debía hacer estuvo hecho. Lo hizo después de haber padecido todo lo que la escritura decía que debía padecer. Lo hizo después de haber perdonado a los que le habían hecho semejante daño.

Podemos decir que Jesús antes de morir, cerró las puertas. Dejó María al cuidado de Juan. Dio a sus discípulos instrucciones vitales en la última cena. Jesús cerró la puerta y por haberlo hecho, ¿quién pudo luego quitarle el privilegio de resucitar triunfante de entre los muertos?

Una vez resucitado Jesús no tenía remordimientos, ni cuentas pendientes con el pasado que le estorbaran en su camino hacia adelante.

Eso es lo que Dios desea que entendamos, por eso es tan importante cerrar bien las puertas al salir.

Cuando uno sale de casa ¿no se asegura de haber dejado bien cerrada la puerta?

Si tenemos ese cuidado con lo terrenal, ¿no deberíamos tenerlo AUN mayormente con las cosas espirituales?

Seguro que sí… (continuará)

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