Author: gabtorar
•10:40
1 Tesalonicenses 3:12: “Y el Señor os haga CRECER y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros”,

El crecimiento es algo deseable e importante sin lugar a dudas.

Para muchas personas, no obstante, la consigna es CRECER “a cualquier costo”.

Pero no estoy muy seguro que Dios comparta ESA opinión.

Eso equivaldría a decir que “el fin justifica los medios” y sabemos que eso no es lo que Dios piensa. Más bien esa es la manera en que el diablo piensa.

¿Cuántas personas hay que son admiradas, por ejemplo, debido a su gran musculatura y esta es el resultado del uso de esteroides anabólicos?

¡¡Oh que gran “falsa” musculatura!!

Es la misma historia con los implantes

Realmente las apariencias pueden ser muy engañosas. Detrás de ciertas cosas que nos dejan con la boca abierta, puede haber verdades que si las descubriésemos nos dejarían todavía más perplejos.

Pero sé que Dios desea que crezcamos y el crecimiento es una consecuencia natural para aquello que está sano, que está correctamente encaminado.

En términos espirituales esto es igualmente cierto, y dado que la iglesia del Señor es la luz del mundo, ¡¡qué gran responsabilidad ha puesto Dios sobre nuestros hombros!!

La única posibilidad de que este mundo no tropiece por culpa de la oscuridad se encuentra ligada a la luz que la iglesia pueda proyectar. Si nosotros no hacemos nuestra parte, este mundo estará en tinieblas.

Y sabemos que hay luces de distintas intensidades.

De cualquier modo, una luz, grande o pequeña, potente o tenue, es incuestionablemente útil en un escenario de oscuridad.

Pero dadas las condiciones actuales del mundo, la iglesia necesita entender el valor de iluminar potentemente su entorno.

Hay una gran necesidad, por tanto, de parte de la iglesia por estar a la altura de las demandas que el mundo actual plantea.

La vida contemporánea es compleja. Eso ha permeado las sociedades volviendo a las personas de este tiempo más complejas también.

Ello pone a la iglesia del Señor frente al desafío de contar con lo que se requiere para responder a las necesidades de este tipo de personas y situaciones.

Pleitos, rencores, deudas y otros males han habido desde el principio, pero que esas cosas son cada vez más densas en este tiempo, no es ningún secreto.

Es imprescindible, por tanto, crecer, alcanzar madurez. Permitir a Dios desarrollar esa luz que ÉL ha puesto en nosotros y dejarla brillar hasta su máxima capacidad.

Hablo de la gran necesidad que existe en este tiempo de contar con una iglesia MADURA, que esté bien plantada en las verdades de Dios, que conozca el camino de salida para las problemáticas del mundo.

Y el factor tiempo es muy relevante porque el crecimiento es el resultado de un proceso. NO se trata de que tú te hagas crecer a ti mismo.

El Señor planteó que “aunque nos afanásemos, no podríamos añadir (por nuestra propia cuenta) a nuestra estatura un codo”.

Ello, entre muchas otras cosas, quiere decir que no podemos saltarnos los procesos. Debemos atravesar por ellos, vivirlos, y dejar que tengan su efecto en nosotros.

No podemos saltarnos o adelantar los procesos, pero si podemos RETARDARLOS.

Aquello que debía tomar sólo un tiempo, puede prolongarse si no colaboramos con ello.

Si nos colocamos DEL LADO correcto las circunstancias pueden catapultarnos (de modo insospechado) hacia el cumplimiento de nuestro más grande y glorioso destino en Dios. Pero si nos ponemos CONTRA las circunstancias, ellas pueden detenernos de avanzar (obstruirnos) de modo indefinido.

Por cierto, bajo tales condiciones no hay ninguna evolución o progreso en el proceso de crecimiento.

Saulo de Tarso estaba afrentando a Jesús, esto le traía dolor (Jesús lo comparó a dar coces CONTRA el aguijón). Pero desde el momento en que entendió y se dispuso, aquel mismo aguijón (Jesús) se convirtió en su más grande fuerza e impulso.

Saulo indudablemente creció, y del modo correcto que es DE ADENTRO hacia AFUERA.

Los aparentes logros que uno puede conseguir en las propias fuerzas no son de mucha utilidad cuando se exponen delante de Dios.

He dicho antes que lo que Dios hace tiene un sello de garantía. Lo que Él hace perdura. De ahí la importancia que el crecimiento o progreso en nuestra vida sea el producto de Su trabajo (Su acción o trato) en nosotros y no de un mero esfuerzo humano.

Colaboramos y aportamos con el Señor cada vez que andamos en obediencia a Él. Esa obediencia es la mejor contribución que puedo hacer al plan de Dios, porque obedecer es equivalente a pararse del lado correcto, lo que se traduce en avanzar con el plan.

La desobediencia produce lo efectos contrarios. La desobediencia SIEMPRE tiene un efecto paralizador.

Piensa en los incontables ejemplos bíblicos en que hubo desobediencia y observarás como patrón común que el resultado en esa personas (si no definitivamente, al menos de modo parcial) fue un estancamiento espiritual.

No hay nada que contribuya más ricamente al crecimiento en términos espirituales que la obediencia.

Dios precisa contar con una iglesia madura. Y una iglesia madura es aquella que se deja mover por Su Señor, que ha aprendido a obedecer, que ha dejado a Dios templarle en su carácter, y que ha aprendido sabiduría.

Una iglesia madura es una iglesia CRECIDA, que alumbra potentemente con su vivir y proceder.

Una iglesia madura es lo que Dios quiere y es lo que mundo necesita.

Negarnos a la posibilidad de convertirnos en esa clase de iglesia sería un verdadero pecado. Y solo lo haremos si dejamos que Dios nos haga crecer en esta compleja disciplina que es OBEDECER.
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