Author: gabtorar
•17:27
Salmos 55:12-13 “Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar”

Este es un escrito que, si no ahora, en algún momento, tendrá mucho sentido para tu vida.

Hay paradas inevitables en la vida de todo cristiano.

Todo cristiano pasará por desiertos en su vida. Todo cristiano tendrá su Judas y por lo tanto, vivirá la traición.

El conflicto que existe en torno a la persona de Dios se resume en la idea de la adoración.

El diablo codicia recibir la adoración que le pertenece a Dios. Él intenta re-direccionar esta adoración y atraerla hacia Él.

Cuando no lo consigue, intenta al menos obstruirnos (digamos distraernos) para privarnos de darle al Señor la adoración que merece.

Este es un tema mortalmente serio, quiero decir, la vida está en juego, física y espiritual, sin exagerar.

Adoración es justamente lo que el anticristo demandará y ninguno podrá comprar o vender sin declarar su abierta adhesión y adoración a él.

No debe caber en nosotros ninguna duda que la adoración es un tema muy importante en lo relacionado con la divinidad.

Cuando el apóstol Juan hubo recibido la revelación del Apocalipsis se iba a postrar para adorar a los pies del ángel que le mostró estas cosas y el ángel le dijo: “No lo hagas, adora a Dios”.

Mientras que el ángel direccionó la adoración a quien es debido, el enemigo busca atraerla hacia él mismo.

Pero el enemigo no sólo busca adoración, también busca entorpecer nuestro andar con Dios.

Busca estorbar nuestra comunión, nuestro servicio. ¿Por qué? Porque todas esas son FORMAS de adorar a Dios.

Servir al Señor es una forma de adorarle. El diablo entiende que servimos al Señor en gratitud, en amor. Y eso, por supuesto, no le gusta al maligno.

Así que el enemigo usa estrategias para entorpecernos. Normalmente trata de llevarnos a algún pecado por medio de las tentaciones,

Cuando uno peca de cualquier modo, la adoración se ve obstruida.

Para muchos el asunto es “darle algo a Dios”. Para Dios, es darle algo de lo cual Él sea digno.

La palabra enseña que si voy a ofrecer y en el camino me acuerdo que tengo algo contra alguien, debo dejar la ofrenda, arreglarme con esa persona y luego venir a ofrecer PARA que ello sea acepto. Es lo que dice el evangelio.

De modo que a Dios no solo le interesa que le ofrezcamos algo, sino que aquello esté a la altura Suya, que sea sin defecto, como Él merece, como Él manda.

Lo que quiero decir, es que Satanás siempre buscará algún modo de impedir que adoremos o sirvamos a Dios (esto incluye seguirlo).

Y cuando no logra hacernos caer en algo pecaminoso, intenta otra estrategia. Una muy usada y que le da muchos resultados es herirnos.

Busca la manera de herirnos, y la traición es una de las heridas que causan más dolor, especialmente cuando viene de cerca.

Jesús fue traicionado por uno de sus íntimos.

Sabemos que Judas era contado con los doce. Ese grupo lo integraban sus íntimos. Y sabemos que Judas vendió al Señor.

El diablo puso precio a la cabeza de Jesús y Judas estuvo dispuesto a quedarse con ese dinero.

¿Por qué la traición? Porque Jesús no le dio lugar a ninguna de sus tentaciones, a ningún pecado.

Y una herida debilita y desalienta, especialmente cuando es directa al corazón.

Pero no es el único caso.

David, que es una figura de Jesús, también fue traicionado por un íntimo suyo. Me refiero a su hijo Absalón.

¡¡Que tremenda es el hambre de adoración que tiene el diablo!! ¡¡Y que maquiavélicamente definido su propósito para detenernos de avanzar en el plan de Dios!!

De modo que cuando al enemigo no le funciona engancharnos en algún pecado, trata de herirnos por medio de la traición. Usando para ello a alguno de los que él sabe que puede mover.

Cuando uno está herido no logra hacer las cosas del mismo modo. Hay una merma en las fuerzas, incluyendo el ánimo.

Un brazo sano puede hacer muchas cosas, pero uno herido se limita, por causa del dolor.

Qué bueno es para nosotros que Jesús haya dejado el Consolador para asistirnos siempre y especialmente en aquellos momentos.

Si has propuesto de corazón caminar con Dios, no te sorprendas querido lector, que el enemigo no se cansará de intentar obstruir en ti el propósito de adorar Dios, de seguirlo y servirlo.

Y si no te puede hacer tropezar en alguna forma de pecado, intentará lastimarte, solo para que decidas no querer seguir adelante.

Debemos dar infinitas gracias a Dios, por tener con nosotros al que sana todas nuestras dolencias.
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