Author: gabtorar
•20:46
Uno de los problemas con que frecuentemente lidiamos las personas es esa mala costumbre de comenzar algo y dejarlo a medias.

Pasamos por alto las palabras de Jesús en este sentido cuando dice: Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? (Lucas)

¿Cuántos proyectos personales han quedado truncados porque nos confundimos creyendo que eran “actos fe” cuando en realidad fueron “actos de irresponsabilidad y de falta de planificación”?

Jesús es muy claro en este verso. Él está diciendo que a menos que hagamos los cálculos correctos no llegaremos a terminar lo que empezamos.

Lo siguiente será tener que asumir el costo de la burla que vendrá como consecuencia de no haber planificado seriamente.

Para embarcarnos en un proyecto necesitamos más que entusiasmo. Y eso es básicamente lo único que tienen algunas personas que persiguen grandes metas.

Es vital saber que nos estamos moviendo CON DIOS, porque Su ayuda y respaldo siempre hacen TODA la diferencia.

Es esencialmente importante tener la convicción que lo uno hace ES la voluntad de Dios.

Muchas personas se embarcan en cosas desconociendo que siempre habrá alguna cuota de resistencia u oposición, especialmente cuando lo que uno hace ES tan trascendental como servir a Dios.

¿Puede haber algo más delicioso y gratificante para el alma que servir al Señor? No lo creo.

Pero del mismo modo, pocas cosas de las muchas que uno hace, tendrán tanta oposición como hacer la obra de Dios.

Sin embargo, esa oposición no está exclusivamente ligada a hacer algo relacionado con la iglesia, sino con cualquier cosa que represente los intereses de Dios, Sus principios o valores.

Después de todo, lo que el diablo detesta e intenta destruir siempre es el orden de Dios.

No planificar o planear debidamente, ofrece un mayor margen de error y fracaso a lo que hacemos.

Hay cosas que la escritura dice y que nosotros (la gente que cree en Dios y en la biblia) deberíamos tener muy presente al momento de iniciar algo.

Permíteme ejemplificar con el tema de las relaciones.

La palabra de Dios dice que no debemos unirnos en yugo desigual. Esto quiere decir que no debemos involucrarnos voluntariamente en relaciones, con personas que no comparten nuestra fe o principios cristianos.

Desafortunadamente, es bastante común ver cristianos y cristianas “SUFRIENDO” por tener una pareja que les hace problemas cuando quieren seguir a Dios y ser consecuentes con su fe.

Les hacen dificultades o derechamente les prohíben congregarse y cumplir con sus compromisos en sus respectivas congregaciones.

Les recriminan el tiempo que emplean en la oración, en el estudio de la palabra de Dios o congregándose.

¿Cuál es el resultado de unirse en yugo desigual? Angustia, tristeza, pesar, frustración, sentimiento de culpa, entre otros

Ello pudo haberse evitado de haber acatado los principios bíblicos.

Pero ignorar esos principios, es decir, no haber calculado el costo (como dijera Jesús), les ha traído a ese punto de dificultad.

Si una persona honestamente calculara el costo de emprender una relación de este tipo, evitaría muchos malos ratos, dolores y quebrantos de corazón.

Lo peor es que a menudo preferimos “confiar que Dios hará algo al respecto”, como por ejemplo, convertir a la pareja inconversa.

Primero, decir que eso no es lo que suele suceder. Segundo, uno debe preguntarse ¿Por qué Dios debería hacer tal cosa (convertirlo)? ¿Por qué yo lo quiero? ¿Por qué tendría Dios que bendecir (premiar) mi desobediencia a su Palabra?

Esto mismo es aplicable a otras áreas de la vida.

En lo concerniente al dinero, por ejemplo, gastamos lo que no tenemos, y la consiguiente aflicción financiera es como una soga que aprieta en el cuello y muchas veces asfixia no solo a los individuos sino también a sus relaciones.

Mientras tanto, esperamos un milagro financiero de parte de Dios. ¿Por qué tendría que venir? ¿Por haber desobedecido la palabra de Dios?

Sé que alguno dirá: “pero pastor Gabriel, usted olvida que Dios es MUY misericordioso”.

Esa es la pura verdad, pero es justamente LO QUE NO ESTA EN ENTREDICHO.

El problema no es la fidelidad o misericordia de Dios sino NUESTRA porfía, testarudez y desobediencia.

Hasta donde sé, Dios honra a los que le honran, y no hay mejor manera de honrarle que obedeciéndole.

Sé que mensajes como este no son muy populares que digamos, pero… ¡¡por Dios que son necesarios!!

Especialmente cuando la realidad que vivimos recalca con tanta fuerza, que estamos cosechando los desastres de no tener presente en nuestras decisiones y proyectos las palabras del Señor.

Su Palabra nos guarda de muchos peligros, incluyendo la mala costumbre de no poder terminar lo que empezamos y quedarnos al final con torres construidas a medias, por no sacar bien las cuentas, ANTES de empezar.
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