Author: gabtorar
•12:15
Isaías 50:5 “Jehová el Señor me abrió el oído y yo no fui rebelde, ni me volví atrás”

Ayer compartía cómo volvernos al Señor aleja de nuestra casa la aflicción.

Al volvernos a Dios y permitir que Su palabra penetre en nosotros, nuestra manera de vivir es cambiada y, consecuentemente, nuestros problemas cambian también.

La vida tiene problemas y estos vienen sin que los llamemos pero convengamos que la mayoría de nuestros problemas no vinieron solos, de algún modo nosotros les abrimos la puerta para que pudieran venir.

Esto podrá ocurrir una y otra vez hasta que el Señor por medio de un acto de Su Gracia, produzca un despertar en nuestro vivir, y nos volvamos conscientes de tal realidad.

Al ver a un borracho, por ejemplo, especialmente al ver las consecuencias nefastas que la borrachera produce en las personas, nos preguntamos cómo es que tal persona continua en ese camino ¿Será que no se da cuenta?

La verdad es que en muchos casos las personas están tan sumergidas en vicios que no se dan cuenta de la vida que llevan y llegan a pensar que esa es la clase de vida correcta.

Por eso no podemos dejar pasar las muestras de gracia divina que Dios nos concede para favorecernos.

El profeta Isaías dice que “el Señor le abrió el oído”. Que Dios nos abra el oído es un acto mayúsculo de gracia divina.

A veces alegamos escuchar, cuando en realidad no lo hacemos. Muchas discusiones cotidianas, no son más que el resultado de la mala interpretación de algo, o de algo que escuché mal.

Las personas por otro lado, somos especialistas en afinar la frecuencia de nuestro oído para oír lo que esperamos en lugar de lo que necesitamos.

Nos molestamos con aquellas personas (incluyendo a Dios) que nos dicen cosas que preferiríamos no escuchar.

“Supuestas” amistades se rompen cuando uno le dice al otro la verdad sobre algún aspecto que el otro no es capaz de ver.

Que Dios nos abra el oído, entonces, representa la gran posibilidad de enfrentar el mundo real en términos reales.

Se requiere de una genuina capacidad auditiva para captar las verdades que pululan alrededor y que tan bien se maquillan ante nuestros ojos y Dios nos concede por su gracia poder escucharlas ¡¡tal y como son!!

Isaías dice que no fue rebelde, lo cual indica que dispuso su oído para escuchar la verdad que Dios tenía y esa verdad marcó toda la diferencia para él y para nosotros miles de años después.

Que el Señor nos abra el oído es más que una buena opción, es algo indispensable, una real bendición que puede resultar en una vida que adquiere la capacidad que muchos no tienen en la práctica: “oír la Palabra de Dios”

Nada tiene más poder para cambiar la vida de un ser humano, que las palabras que salen de la boca de Dios.
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