Author: gabtorar
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1Pedro 4:8 “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados”.

Hay cosas que nunca dejaremos de hacer en suficiente medida. Una de esas cosas es amar.

Somos muy dados a criticar, a enojarnos, a resentirnos pero que poco dados somos a amar. Y esto a pesar que el amor es un mandamiento divino.

Es triste pensar que no alcanzamos a ver en plenitud la relevancia que el amor tiene para la vida del hombre.

Particularmente me parece que no se necesita mucho esfuerzo para darse cuenta que aunque se habla mucho del amor, se practica muy poco.

El mundo está envuelto por una capa de resentimiento. ¡Cuanto daño le hace el resentimiento a nuestra salud!

Personas que están enfermas de resentimiento, de rabia, de rencor. Por muchos exámenes que se realicen, las razones de tal patología son un enigma para la ciencia médica, porque no es sencillo diagnosticar la “falta de amor”.

El llamado de Dios es a amar al prójimo. La escritura dice que el cumplimiento de la ley divina es el amor.

Del mismo modo nos recuerda que el amor no hace mal al prójimo, y por supuesto, cuando amamos al prójimo le hacemos un gran bien a ellos, pero nos beneficiamos a nosotros mismos también.

Con frecuencia oímos frases como: “tal persona tiene un buen corazón”, o “tiene un duro corazón”, u otras similares.

Vale la pena consignar que así como las personas tenemos individualmente un corazón (y por causa de ese corazón somos de una determinada manera ya sea amables, fraternos, generosos, u hostiles, duros, rencorosos), asimismo, las familias y grupos humanos, tienen colectivamente un corazón que es característico de ese grupo en particular.

Hay familias (lo podemos ver entre nuestros vecinos) que se caracterizan por su sociabilidad, por su prestancia, por su gentileza.

El dato curioso es que la mayoría de los miembros de esa familia tienen en común ese rasgo. Al punto que uno lo puede nota con claridad.

Otras en cambio, son elíticas, cerradas, poco o nada sociables, indiferentes al acontecer del medio. Tanto que a veces pueden pasar meses e incluso años antes que den la cara para decir un “buen día”.

Otra vez lo curioso es que esa misma actitud es típica de casi todos quienes forman parte de esa familia.

Hay lugares en los cuales trabajas es una delicia, y otros en que el ambiente del trabajo es una tortura cotidiana.

Definitivamente los grupos humanos tienen un corazón, y lo tienen también las congregaciones.

En mi recorrido por congregaciones vecinas como predicador, he descubierto que sin importar si pertenecen a la misma denominación, cada congregación es diferente y eso corrobora la idea que cada congregación tiene un corazón.

Hay algunas muy fraternas en que casi puedes respirar el amor de Dios al entrar por sus puertas. La hermandad se acerca para fraternalmente darte la bienvenida, se esmeran por atenderte. Luego al conocer al pastor te das cuenta que él mismo es así.

Otras en cambio, te reciben con recelo, con distancia, denotando otro corazón. No siquiera te aludan. Cuando conoces al pastor entiendes también porqué la congregación tiene ese carácter
frío e indiferente.

La Biblia nos insta a que tengamos ferviente amor entre nosotros porque el amor hace bien a todos.

Como si eso fuera poco, el amar trae consigo un beneficio que ninguno puede darse el lujo de desaprovechar: “cubre multitud de pecados”.

¿Quién puede decir yo no necesito tal beneficio porque no tengo pecados?

Todos pecamos a diario y Dios no sólo espera que nos consolemos con la idea que somos humanos, y por tanto débiles.

Él nos ha dejado maneras concretas de ayudarnos y al amar al prójimo estamos dándoles a ellos y a nosotros mismos un beneficio que tendrá consecuencias aquí y en la eternidad.

Sólo Dios sabe de qué manera al amar a mi prójimo (hermano) algunas de mis faltas son cubiertas.

Lo importante es que sabemos que Él no miente, y si Él lo pide, por algo será

¿Qué esperas para comenzar a amar?
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