Author: gabtorar
•9:18
Hebreos 9:27 “Y de la marera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio”

Se conjeturan muchas cosas acerca del tema de la muerte. Hablar del tema no es para nada agradable, especialmente porque los seres vivos no aferramos a la vida por una cuestión instintiva. Pero hay ideas acerca de la muerte que nos conviene aclarar.

Si la muerte es lo que dicen que es, entonces vale la pena estar bien informado.

Primero que todo es justo decir que el tema es complejo porque para hablar de algo es preciso tener fundamentos. ¿Cuántos pueden hablar con propiedad de la muerte?

Para ello se requiere de alguien que haya pasado por ella y nos pueda decir de primera mano lo que es. ¿Tienes en mente a alguien? Yo sí, a Jesús.

Él estuvo muerto y venció la muerte, resucitando.

Solo uno que es la vida, tiene poder sobre la muerte. Juan el apóstol dice que en Él (Jesús) estaba la vida, y esa vida se manifestó categóricamente al resucitar de los muertos.
La muerte es ese estado de separación que nos priva de la vida. En el impide Jesús hubo muchos que murieron y que fueron resucitados por Jesucristo personalmente. Cuando a Jesús le hablaban sobre este estado, él respondía diciendo “duerme”.

La muerte puede ser muchas cosas que no entendemos pero yo quiero aclarar algunas ideas que derechamente no son correctas acerca de la muerte.

Las personas no reencarnan como postulan algunas ideas filosófico-religiosas orientales.

Dios ha establecido que las personas mueran una sola vez. Y que luego comparezcan delante de Él para ser juzgados.

Muchas personas odian esta idea de tener que dar cuentas por sus hechos. Es atractivo pensar que puedo hacer lo que quiero, sin tener a nadie que me manda o me mire o supervise, pero, ¡¡por favor!!, si hasta en los trabajos seculares existen supervisores. Como pensar que Dios nos haya dejado a nuestro propio arbitrio.

Desde luego que tenemos facultades para hacer y deshacer pero viene el día en que tendremos que hacernos cargo de la manera en que empleamos o administramos lo que nos fue entregado.

El afán de muchos filósofos por matar a Dios radica principalmente en querer otorgar al hombre una vida libre de prejuicios morales o valóricos.

La idea de libertar al hombre de la conciencia de un Dios, es muy atractiva aunque nada novedosa.

Satanás lo intentó con los hombres por primera vez en el huerto de Edén. Les dijo a Adán y Eva “seréis como Dios”. Obviamente en ese tiempo era demasiado ridículo negar la existencia de un Dios con el cual Adán y Eva tenían cotidiana comunión.

Su mejor esfuerzo, por tanto, sólo podía consistir en que ellos mismos actuaran sin la conciencia de Dios, sin el temor de Dios.

Miles de años después, la táctica ha cambiado. Con una sociedad que puja fuertemente por erradicar a Dios del medio, a Satanás el trabajo se le hace más sencillo. Solo debe retrogradar a los que todavía retienen esa conciencia.

Y la alternativa que plantea es que “tú tienes muchas vidas para perfeccionarte por ti mismo”. Eso es la reencarnación.

Fíjate como está presente el concepto de trascendencia, un concepto eminentemente cristiano.
Que la vida del hombre definitivamente no acaba aquí está claro, incluso para el diablo, que elabora una alternativa a la verdad de Dios que sea apetecible a los hombres.

En este tiempo la idea es eliminar a Dios de la conciencia ¿por qué? Simplemente porque la conciencia es ese juez interior que dicta sentencia, aprobando o reprobando nuestros actos.

El asunto es que la conciencia se sujeta a la máxima verdad que conoce (DIOS) y si no hay Dios, todo se relativiza, cada cual vive como quiere o puede, porque no hay alguien superior que restrinja, porque no hay a quien rendir cuentas por los actos cometidos.

¿Es posible lo anterior? Claro que sí. Esa es de hecho la mentalidad que por tiempo ha estado siendo implantada por los medios, y la educación formal secularizada (en la que Dios no vale un peso) en nosotros y nuestros hijos después de nosotros.

Pero con todas las teorías que se puedan elaborar y lo que puedan decir, hay un hecho innegable: “Dios ha establecido que todos los hombres encaremos la muerte, una vez, y es algo irremediable”.

Y si lo primero es cierto, entonces lo segundo debe serlo también: “tendremos que comparecer para ser juzgados por Dios”.

No importa cuántos libros se puedan escribir tratando de negar esta responsabilidad. Los hombres seremos llevados a la presencia de Dios para dar cuenta de nuestros actos.

Podemos taparnos los ojos, los oídos. Podemos reírnos, burlarnos, criticar. Todo lo que queramos, pero nuestros mejores esfuerzos no impedirán que las cosas que Dios ha establecido tengan cumplimiento de la manera que Él lo ha establecido.

No existe tal cosa como reencarnación. No existe tal cosa como una cantidad de vidas para auto mejorarnos y ganar un lugar en algún pseudo paraíso o lugar elevado.

Lo que sí existe es la gran responsabilidad de vivir esta única vida en la tierra, lo más cerca posible a la voluntad de Dios, sabiendo que será Él (y no los filósofos) quien dictará sentencia sobre la vida que decidimos llevar aquí antes de morir.
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