Author: gabtorar
•5:51
Mateo 8:2 “y he aqui vino un leproso y se pòstró ante Él diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme”

Gracias a Dios el tema de la lepra no tiene mucho que ver con nuestra realidad social.

En nuestros paises no se encuentra casos de gente que padezca de esta enfermedad. Y que bueno que asi sea.

Los leprosos estaban restringidos en el tiempo de Jesús. No se les permitia acceder a todos los sitios a los que el resto del pueblo si tenía aceso. Esto a causa de su condición.

Asimismo la lepra podía atribuirse como una condición de desfavor de parte de Dios. La lepra era sinónimo de pecado, mas bien de juicio de Dios sobre esa vida pecadora y por tanto, los leprosos no tenían muchas posibilidades.

Me imagino cuántas veces los leprosos habrian rogado a Dios se apiadara de su triste condición de vida, asi como nosotros rogamos al Señor que nos ayude en esa materias que tanto nos complican la existencia. Y siendo bien honesto, el leproso no tenía vuelta.

Pero un buen día Jesús venía de descender del monte y se le aproximó un leproso.

Este hombre rompió todas la barreras convencionales y seguramente habiendo oido de las maravillas realizadas por Jesús, se postró ante Él y humillado desde tierra rogó: “si quieres puedes limpiarme”.

Este leproso sabía que no era cuestión de capacidad de parte de Jesús, sino de voluntad. Nadie podría poner en duda el gran poder que había en Jesús para sanar toda clase de enfermedades incluyendo la lepra. Si Él podia levantar muertos ¿qué tan grande desafío podía representar la lepra?

Sin embargo, este hombre que seguramente no tenia un gran conocimiento teológico, entendió un principio que a nosotros nos cuesta la vida entender: la soberanía de Dios.

El porqué Dios sana a uno y no a otro es un asunto que a muchos les ha quitado el sueño por años.

Que Dios determine ayudar a uno en el instante y tomarse su tiempo para ayudar a otro, es algo que nos turba a veces.

Por ello es importantísimo llegar, sino a comprender, al menos a aceptar de buena forma la soberanía con que Dios interviene en los asuntos de los hombres.

El leproso entendió algo fundamental: “Él puede sanarme, pero no está obligado a hacerlo”.

El leproso dejó esta decisión en las manos correctas, en las manos de quien realmente debía estar, el Señor, y el Señor decidió que era su voluntad sacarle de ese miserable estilo de vida y lo sanó.

Bastó un par de palabras (“quiero, se limpio”) para cambiar años de triste existencia, de rechazo, de no tener más expectativa que sobrevivir, y llevar a este hombre a una clase de vida donde todo era posible ahora.

Asi de rápido Dios podría cambiar nuestras circunstancias hoy día. La cuestión no es poner en duda su capacidad para hacerlo, sino de entender como esto encaja con el plan perfecto que Dios trazó para nuestras vidas.

Que Dios puede cambiar nuestras vdas no es algo que podamos poner en duda, que quiera hacerlo como nosotros deseariamos es un tema muy debatible. Pero hay algo más.

Si Cristo no hubiera deseado “limpiar” a ese leproso, estoy seguro que al menos no hubiera negado darle “las fuerzas” para vivir el día a día y poder llegar a la meta de todas formas.

Quiera el Señor decir a esa angustiada petición tuya: “Quiero”, pero aun si guardara silencio no es porque no nos haya escuchado, simplemente tiene un mejor plan en mente y nos dará las fuerzas para llegar a la meta de todas formas. Eso no lo debemos dudar.
|
This entry was posted on 5:51 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.