Author: gabtorar
•14:42
Mateo 7:5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Toda la palabra de Dios está cargada de profundas y valiosísimas lecciones.

Como he repetido en variadas oportunidades, nosotros no prestamos suficiente atención a esas lecciones y en lugar de evitar los problemas, pasamos por ellos, teniendo que asumir los costos.

Pero hoy día quisiera referirme a un tema no menor en importancia. Esto es: el juzgar a los demás.

Antes que todo, debo señalar que cotidianamente estamos emitiendo juicios. Ninguno de nosotros se escapa de esta necesidad de tener que evaluar situaciones, lugares, personas, actitudes, instituciones, movimientos y otros asuntos.

Muchas veces durante el día nos vemos en la necesidad de tener que evaluar (juzgar) alguna situación dada.

He conocido a muchas personas que tienen como norma “no juzgaré nada, no juzgaré a nadie”.

Desde luego, juzgar es algo complicado. La biblia misma dice que con la medida con que medimos, seremos medidos (de vuelta). De modo que debemos ser criteriosos a la hora de medir (juzgar) lo que otros hacen o lo que pasa más allá de nosotros mismos.

Pero si bien es sano evitar juzgar situaciones que no nos corresponden, o tener cuidado con la forma en que juzgamos lo que otros hacen o dejan de hacer, no debemos tener temor a expresar nuestro punto de vista, siempre que lo hagamos de manera adecuada, esto es, guardando tener el espíritu correcto.

Pero tener el espíritu correcto a la hora de hablar no es todo. El punto, quizás, más relevante a la hora de juzgar (entiéndase entregar nuestra personal perspectiva de las cosas) es lo que Cristo mencionó cuando se refirió a “ver la paja en el ojo ajeno”.

Esa enseñanza, a mi juicio, sentó el precedente bíblico más contundente, para ser libre del prejuicio de poder expresar nuestra opinión.

Algunos defienden la postura que dice “no juzgues nada”. Personas cuya regla de vida es “no te metas, no opines, mantente al margen”. Y honestamente, es muy sano mantenerse al margen, ¡mientras sea posible!

El problema es que hay cosas de las cuales no podemos hacer vista gorda, no cuando conocemos a Dios, no siendo cristianos.

A Jesús le hubiera resultado muy sencillo (y personalmente beneficioso también), haber guardado silencio de las cosas que veía ocurrir en sus días.

El odio que sentían fariseos y escribas se derivaba fundamentalmente del hecho que Jesús se metía (opinaba) en asuntos que a ellos les afectaban de manera muy directa.

Muchos discípulos murieron como mártires por no guardar silencio. Murieron por
seguir el ejemplo de Su Señor.

De haberse callado la boca se hubieran evitado críticas, dolores, e incluso la muerte en muchos casos.

Pero el cristiano sabe que cerrar la boca cuando debe hablar es un pecado. Como lo es también llamar bueno a lo malo.

Entre otras cosas, la iglesia está aquí como agente divino para restringir la maldad, para protestar desde la perspectiva de Cristo y de Su palabra, contra las cosas que no son justas, contra lo que resiste el orden divino.

En esa enseñanza bíblica, Jesús no dijo que el problema fuera ver (juzgar) la paja en el ojo ajeno. Él más bien dijo, que el problema era tener capacidad para ver una paja en el ojo de otro y ser incapaces de ver una viga (que es mucho más notoria) en el ojo de uno mismo.

¿De qué hablaba entonces? ¿Hablaba de no decir nada sobre nada? ¡¡Por supuesto que no!! . Él hablaba de tener moral para hablar.

Y tú no puedes consentir con aquellas personas que exigen cosas sin tener la moral para hacerlo.

Personalmente, no puedo ni quiero negar que me preocupo por lo que está pasando en mi nación (Chile).

Estas manifestaciones de estudiantes, secundarios y universitarios que exigen “sus derechos” con una fuerza que está muy por encima de la disposición que tienen para “cumplir con sus deberes”.

Me preocupa ver que ellos se sientan con el derecho de demandar de los adultos compromiso, ser escuchados, ser respetados, ser valorados, en definitiva, dicen ver claramente la paja en el ojo ajeno, pero ellos mismos no logran ver la viga que tienen en sus ojos. Y cuando alguno trata demostrarles, reaccionan con soberbia, con insultos, y en algunos casos hasta con violencia.

Por supuesto que sería injusto decir que todos son iguales, pero los grupos son representativos.

No todos los padres son malos, pero se habla de lo mal que los padres hacen su labor. No todos los empleados son flojos, pero se generaliza hablando de lo sacadores de vuelta que son los empleados.

Desde luego pedir no cuesta nada. Esa es la razón por la que muchas personas en su angustia se acercan a Dios para pedir algún favor de Él. Y la gran mayoría de esas personas, una vez que reciben de Dios la ayuda que necesitaban se apartan de Él, para continuar con sus vidas. Vidas que por cierto, no tienen en cuenta a Dios de manera consistente. Nuestro problema es tal como el Señor le dijera a Pedro: “pones la mira en las cosas de los hombres”.

Muchas personas prefieren consolarse con el pensamiento que todos somos pecadores y que por tanto, nadie tiene derecho a juzgar nada sobre otros. Pero lo cierto es que todos inevitablemente, en un momento u otro, juzgamos, ya sea, a personas, situaciones, lugares o lo que sea.

Así que no vale la pena engañarse. Lo que sí tendrá mucho valor es tener presente esta medida que Cristo dejó: para poder hablar de lo paja que veo en otros, debo haber sido ANTES, capaz de haber tratado PRIMERO con la viga que había en el mío.

Lo demás son puras palabras, y las palabras, normalmente se las lleva el viento.
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