Author: gabtorar
•13:51
Marcos 8:36 “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”

¿Entendemos el valor de la vida eterna?

Hablamos de una clase de vida que desde su mismísimo nombre representa algo totalmente extraño y ajeno a nuestra humana y finita naturaleza.

La eternidad es una medida de tiempo que sobrepasa largamente cualquier noción que podamos llegar a tener acerca de la duración del tiempo.

Cada día vemos con mayor angustia como el tiempo tiene un valor tremendo.

Hemos aprendido (a veces a punta de dolores) que el tiempo es un bien irrecuperable. Que hay cosas que tienen su tiempo para ser llevadas a cabo y que fuera de esos tiempos ya no tienen razón de ser o realizarse.

Pero aun con toda la noción de lo valioso que es el tiempo, dejamos tan abandonada esta realidad de una vida eterna, que parece que en verdad muchos no creyeran en tal cosa.

La vida terrena está llena de sorpresas, de cosas que nos dejan boquiabiertos y eso que esta vida es tan solo la antesala de la vida verdadera.

Jesús habló de la vida eterna y dijo que la vida eterna consistía en conocer a Dios y a Jesucristo como enviado suyo.

La verdad es que conocer a un Dios Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente no es tarea de algunos años, es una tarea para toda la vida, una tarea para la eternidad.

Y aunque la humanidad siente gran curiosidad por conocer el espacio exterior, por explorar la posible existencia de otros seres en el vasto y desconocido espacio, mostramos una indiferencia vergonzosa y casi inexplicable con relación a un tema que nos es infinitamente más cercano como este, relacionado con la inmortalidad del alma.

Los seres humanos no somos eternos desde el punto de vista que no hemos existido desde siempre, como es el caso de Dios, pero desde el momento en que fuimos creados, no dejaremos de existir.

Desde ese punto de vista, Dios nos ha dado eternidad. Él ha puesto eternidad en el alma de los hombres, y por tanto, debería ser un tema para nosotros el destino eterno de nuestra alma.

Hablar del alma no es sencillo. Es tratar con algo de lo que sabemos muy poco o mejor dicho de lo cual se ha comprobado muy poco. Pero como siempre, Dios nos ha dejado lo suficiente como para que entendamos que requiere de nuestra atención.

Yo hoy solo quisiera llevarnos a la reflexión que no podemos ser negligentes con algo tan importante, con algo que tiene trascendencia eterna para nosotros.

Nuestra alma es algo muy valioso aunque no lo entendamos en su totalidad. Nuestra alma es valiosa para Dios.

Jesucristo dijo ¿de qué le sirve a alguno ganar el mundo entero y perder el alma?

Nuestras preocupaciones (esas que nos quitan el sueño y algunas veces hasta nos enferman) ¿no son aquellas relacionadas con las cosas de esta vida, de este mundo?

Y si Jesús dijo que de nada valía ganar el mundo si perdíamos el alma: ¿puedes llegar a ver el valor de tu alma?

Jesucristo murió para que nuestras almas fueran salvas de la condenación del infierno.

Entregó su propia vida para que nosotros salvemos nuestra alma de la condenación que produce el pecado en el hombre.

Él se preocupó por el bienestar de nuestra alma ¿y nosotros no?

Sería muy saludable indagar en las escrituras, por qué Dios permitió que Su Hijo Unigénito (Jesucristo), muriera por salvar el alma de otros.

Debe haber una muy buena razón para ello.

Que uno que reinaba y recibía constante adoración y reconocimiento, hubiera dejado su trono, su reino y se hubiera conformado a nuestra limitada humanidad para venir a ser humillado por seres inferiores a Él, en todo sentido.

Nuestra alma debe tener un tremendo valor, uno que en nuestra miopía espiritual, no logramos ver, pero por el cual Dios estuvo dispuesto a pagar el precio más alto.

Sabiendo que Él hizo semejante sacrificio, ¿vamos a quedarnos de brazos cruzados en ignorancia del verdadero valor de nuestra alma?
|
This entry was posted on 13:51 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.