Author: gabtorar
•14:15

1 Samuel 17:24 “Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor”.

¿Quién no ha oído acerca de la hazaña de David, el hijo de Isaí, joven diminuto en estura y envergadura (comparado con el gigante Goliat) que trajo de la mano del Señor, grandiosa victoria a los escuadrones de Israel?

La historia de David es de conocimiento popular. Pequeños y grandes nos hemos emocionado oyendo cómo el débil pudo más que el fuerte, como el pastorcito de ovejas pudo más que el hombre de guerra, como el gigante cayó, cuan alto era, los pies de David.

Esa victoria fue sin duda especial porque ella graficó que es Dios quien hace la diferencia.

Que la victoria no depende de la estatura o de la fuerza, sino de ella está del lado que está parado el Señor.

Cuando el Todopoderoso Dios está de tu lado, no importa lo grande o fuerte que parezca tu gigante (dificultad o problema), inevitablemente caerá delante de Aquel que todo lo puede.

Sin embrago, hay importantes lecciones que aprender de esta bella verdad bíblica. Y quiero enfocarme en el tema de la actitud.

¡Qué fundamental es tener “una correcta actitud“ en la vida!

David no era un hombre de guerra, era sólo un pastor de ovejas. Los hombres de guerra estaban con Saúl. Ellos eran los que se preparaban para el combate, podríamos decir “los profesionales” en el asunto, y cuando vieron a Goliat, tanto el profesionalismo como la preparación, ¡¡se esfumaron por completo!!

Queda claro que la victoria vino por causa del Señor, pero el señor no estaba con Saúl acaso? ¿No estaba con Su ejército acaso? Claro que sí, eso es algo indudable, el problema era que Su ejército no estaba con Él, no contaba con Su ayuda.

La actitud del escuadrón de Israel fue vergonzosa, cuando el paladín filisteo aparecía, todos se amedrentaban “de verlo”. Su sola presencia” les hacía huir.

Eso evidencia un problema de actitud.

No hay ningún problema en luchar y perder porque el adversario resultó estar mejor preparado, sentirse derrotado de solo ver al adversario, perder sin siquiera haber luchado, es una vergüenza, mucho más cuando hablamos de soldados, de gente entrenada en el asunto, que por miedo, por una incorrecta actitud no enfrentó sus responsabilidades.

Lo vergonzoso entonces yace en el hecho que sin pelear se sintieron vencidos, solo por haber visto la estatura de Goliat.

¡Qué terrible enemigo es el miedo! ¡Cómo nos detiene para no hacer lo que debemos! ¡Como nos priva de ver la Gloria Dios!

Los soldados de Saúl se hicieron muchos problemas con Goliat en tanto que David tuvo una actitud totalmente diferente, una muy práctica en efecto.

Mientras que los escuadrones de Israel se vieron vencidos aun antes de enfrentar a Goliat, David se supo victorioso también antes de enfrentarlo. Entendía que Goliat no estaba desafiando a los hombres de Saúl sino al Dios de Israel. Ese mismo Dios entregaría al gigante en Sus manos. Aun cuando Goliat lo menospreció y hasta maldijo, David no se acobardó.

¿Cuál es nuestra actitud frente a los problemas (gigantes) que se nos presentan? ¿Nos acobardamos de sólo ver el problema o le ofrecemos férrea resistencia en la fe de que Dios pelea de nuestro lado?

No hay nada de malo en sentirse intimidado por la altura o envergadura de las dificultades que enfrentamos. El problema es acobardarnos por no creer que nuestro Dios ES más grande y más fuerte que cualquiera que se nos ponga por delante.

Parece que tener victoria sobre nuestros gigantes pasa entre otras cosas, también por una cuestión de actitud.

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