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Filipenses 3:13-14
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús”.
Un excelente
método para mantenerse encaminado por una senda es trazarse metas.
Las metas
representan objetivos o logros que uno persigue.
Existen metas de
distinta naturaleza. Podemos distinguir, por ejemplo, entre metas terrenales y
espirituales.
También hay metas
que podríamos rotular como “personales”, asociadas con el establecimiento de
ciertas relaciones (de tipo amoroso, de amistad); o logros
profesionales, laborales y otros
Hay metas
terrenales relacionadas con el logro o consecución de bienes, como una casa,
vehículos y otros
También las hay de
orden espiritual. Como desarrollarse para alcanzar
madurez en la vida espiritual; el compromiso con Dios; el
involucramiento en alguna área de servicio en la obra de Dios, etcétera.
Las metas, ya sean
terrenales, espirituales o personales son muy
necesarias porque nos permiten mantenernos enfocados.
Cuando uno se
propone metas, usualmente ordena sus pasos (prioridades) en función de
ellas.
Además, tener
objetivos claros y definidos por los cuales trabajar, otorgan a la
vida un sentido de pertenencia y significatividad.
Pero dependiendo
de la naturaleza de las metas que uno se proponga, diferirán los
tiempos o períodos para el logro de dichas metas.
Existen 3 marcados
tipos: metas de corto, mediano y largo plazo.
Hay metas que por
más que las deseemos, trabajemos o creamos, no se logran en el corto plazo. Tal
clase de metas necesitan de periodos más extensos para su
consecución.
¡¡Que importante
es la exhortación bíblica de Hebreos 10:36 “es necesaria la paciencia para que
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengamos la promesa”!!
Ciertas metas nos
ponen de frente en la necesidad de cultivar la paciencia.
Hay otras que son
de rápido alcance. Son las metas de corto plazo, que se obtienen de manera más
inmediata.
Uno hace bien en
tener metas en la vida, pero hacemos mejor cuando esas metas están en línea con
propósitos divinos.
Nuestras metas
pueden estar orientadas hacia la consecución de objetivos imperecederos y
trascendentes, pero también tras otros vanos y
superficiales.
Dado que tenemos
una sola vida, es vital que pensemos bien en qué la vamos da
invertir.
El hecho
indesmentible es que NECESITAMOS METAS, ¡¡y nos conviene que sean
las mejores!!
Después de todo, a
nuestras metas, las seguirán nuestras fuerzas, tiempo y recursos.
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