Proverbios 28:13 “El que encubre sus
pecados no prosperará; mas el que los
confiesa y se aparta alcanzará misericordia”.
Dios siempre
nos anima a hacer aquello que nos conviene. En algunas ocasiones se ve en la necesidad
de tratar temas que no nos resultan muy agradables que digamos. Tal es el caso
de este versículo en que Dios nos exhorta a NO ENCUBRIR nuestros pecados. ¿Por
qué Dios nos pide eso? Porque sabe que eso es lo que acostumbramos a hacer.
No hay en
las personas una inclinación natural de confesar nuestras faltas o trasgresiones. La realidad
es que más bien buscamos maneras de esconder lo malo que hacemos.
Estuve compartiendo
en la congregación sobre este problema que veo repetirse con frecuencia entre
los cristianos.
Dios nos conoce.
Él sabe que una vez que hacemos lo malo somos bombardeados por pensamientos y sentimientos
(de culpa, por ejemplo) que nos persuaden a dejar las cosa bajo la alfombra.
Creo que esta figura es muy útil. La alfombra puede ser usada como elemento
decorativo o de confort, pero debajo de ella ¡pueden esconderse muchas cosas!.
Ella puede
convertirse en la cobija perfecta para esconder imperfecciones del suelo,
manchas y otros.
En apariencia
todo está perfecto pero si por alguna
razón, se levanta la alfombra, puedes descubrir cosas interesantes que estaban ocultas… ¡¡debajo de ella!!
Así a veces pensamos
que nuestra vida es una alfombra bajo la cual podemos mantener ocultas nuestras
faltas. Olvidamos (y en ciertos casos, ignoramos) que la palabra de Dios ha prometido
que no habrá nada oculto que no haya de manifestarse.
Las personas
encubren sus faltas creyendo que hacen un buen negocio y no saben que lo hacen
para su propio perjuicio.
Dios ha
determinado que quien encubre sus faltas no prosperará. Esto significa que no
avanzará, se quedará espiritualmente estancado,
detenido. Uno puede escapar a la a cárcel física, a la ley de los hombres pero
NADIE puede evadir la ley de Dios. Y esa ley dice que quien peca y encubre sus
faltas (en lugar de confesarlas y apartarse) no prosperará. Tal persona quedará
presa, cautiva del poder del pecado, será un esclavo espiritual. ¡¡Qué desgracia
es vivir en esclavitud!! ¿Cuántas personas
a lo largo de la historia han luchado con la única finalidad de abolir la esclavitud?
Desgraciadamente,
el hombre ignora verdades de la palabra de Dios, como esta que dice: “el que pide
prestado se vuelve siervo del que le presta”.
Todo “aquel que
hace pecado, esclavo es del pecado”, es lo que sentencia la ley de Dios.
Frente a
este escenario, cuan dulce melodía es a los oídos la notica de que Cristo haya
venido a dar libertad a los cautivos. Esto va más allá de sanar a los enfermos
o de resucitar a los muertos o de alimentar a los hambrientos. Él vino a morir
por los pecados de la humanidad. Pagó el precio POR nuestra libertad.
Pero
semejante bendición es sólo alcanzable mediante la confesión.
Es justo delante
de Dios que reconozcamos nuestras faltas contra Él y contra SU ley. Pero una vez
que lo hemos hecho así como Él demanda, podemos alcanzar Su misericordia.
No sé que
cosas pueda haber ocultas bajo la alfombra de tu vida, pero seguir el consejo de
Dios siempre redundará en bien para nuestras almas. La idea de encubrir esas
faltas, no vino de Dios, ni siquiera de nosotros mismos. El diablo, al igual
que las baratas, odia la luz. Odia ser expuesto, odia que el pecado (mecanismo
por medio del cual él se enseñorea de nosotros) sea confesado y abandonado.
Dios quiere
darnos la oportunidad de ser salvos del poder del pecado y del mal, pero esa
oportunidad no vendrá sin que haya confesión de nuestras faltas y arrepentimiento
por las mismas. Por eso nos urge a NO encubrir las faltas.
El diablo, por
su parte, desea condenarnos. Él sabe que Dios no pasará por alto Su palabra,
que sin confesión no habrá oportunidad y por tanto nos insta a encubrir nuestros
pecados (los mismos que él azuzó para que cometiéramos) de modo que Dios NO
PUEDA darnos la oportunidad de alcanzar misericordia.
Es paradójico
que seamos tan renuentes a confesar lo que debemos y estar tan dispuestos a hablar
cosas que ofenden a otros. Cosas que en REALIDAD nos deberíamos guardar.
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