Para
 concluir con estas reflexiones en torno al descanso para nuestras 
almas, hemos establecido que el método establecido por  Dios para esto 
es que llevemos Su Yugo.  
Uno NO piensa que llevar un yugo pueda 
producir descanso. Francamente un yugo es una forma de esclavitud. 
Representa un método de sujeción. Nadie piensa que la verdadera paz y el
 descanso puedan venir de una  condición de sujeción, mucho menos a un 
yugo. 
Nuestro concepto de reposo está más bien ligado con la idea de estar libre y sin ataduras de ninguna índole. 
Así que el pensamiento de alcanzar reposo por causa de llevar un yugo es bastante insólito, casi ridículo. 
Pero ¿de qué yugo hablaba Jesús? Del Yugo de Su doctrina, de Su Palabra, de Su ejemplo. 
Llevar Su yugo significa llevar sobre nosotros Su enseñanza, Su palabra. 
La verdad de la palabra de Dios es la única que tiene poder para 
libertar. Jesús lo expuso así: “conoceréis la verdad y la verdad os hará
 libres”. Pero para ser libres por medio de  la verdad uno debe 
SUJETARSE a ella. 
NO es el conocer “teóricamente la verdad” lo que liberta sino  someterse a esa verdad o conocimiento en el día a día.
En otras palabras, ponerse bajo el yugo de la verdad trae libertad y junto con la libertad viene el reposo.
El punto anterior es lo que a mi juicio diferencia a un discípulo de un religioso. 
El religioso “aprende” lo que dice la biblia, en muchos casos le parece
 atractivo, lo memoriza, lo repite, incluso lo enseña a otros… ¡¡¡pero 
no lo vive!!! 
Un discípulo, en cambio, se deja moldear por lo que 
ha aprendido, lo internaliza, desea poder compartirlo con otros, pero 
desea ANTES poder vivirlo él mismo. 
Llevar el yugo del Señor, entonces, es vivir de acuerdo a sus enseñanzas. A las que Él pone sobre nuestros hombros. 
Cuando vivimos de acuerdo a Sus enseñanzas comenzamos a experimentar la paz y el reposo que acompañan el hacer Su voluntad.
Jesús llevo sobre sí el yugo que el Padre le dio, de vivir de acuerdo a
 Su ley. Como resultado, tuvo paz, aun en los momentos más difíciles que
 cualquier ser humano puede enfrentar. 
Llevar el yugo de Jesús significa hacer o dejar de hacer lo que Él manda, significa vivir sujetos a Sus preceptos. 
Los 10 Mandamientos expresan parte importante de lo que es la voluntad 
de Dios. Cuando los consideramos y vivimos en regla con ellos, nuestra 
alma experimenta paz.
Hay personas que cargan con pesos, tristezas, 
angustias que no entienden por qué están ahí. Miran sus vidas y se dan 
cuenta que tienen todo (o casi todo) lo que la gente común “promedio” 
aspira a tener, pero todavía no se sienten satisfechos. 
Hacer la 
voluntad de Dios produce un gozo inefable, que no se puede definir por 
medio de las palabras. Es un estado interior de bienestar, de plenitud 
que ninguna otra cosa puede brindar. Cuando hacemos sostenidamente la 
voluntad de Dios, nuestra vida se mantiene en este estado de bienestar y
 plenitud interior.
Las alegrías y buenos momentos “temporales”, 
pueden traer algún grado de contentamiento, pero sólo hacer la voluntad 
de Dios trae verdadera paz y reposo. 
Llevar el yugo de Cristo, 
acatar Su palabra y someternos a Su gentil yugo, traerá descanso, paz y 
reposo para nuestras atribuladas almas. ¿Has probado esa alternativa?
 

 

0 comentarios: