Salmos 16:5 
“Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte. 6 Las 
cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha 
tocado”.
A cada persona 
Dios le ha dado una heredad o porción. La porción que cada uno ha recibido está 
en directa relación con lo que cada cual puede manejar. 
Puede suceder que 
uno no esté muy contento con la porción que le haya tocado, pero Dios, que es 
más sabio que cualquiera, nos has dado en concordancia con lo que podemos 
manejar y con aquello que nos conviene.
Así, uno no tiene 
mucho que ver con lo que se le ha entregado, pero tiene todo que ver con el cómo 
usar (qué va a hacer con) lo que se le ha entregado.
Las personas 
suelen quejarse de su condición. Las quejas generalmente vienen en relación con 
ll que a las personas “les falta”. 
Quejarse es una 
mala costumbre que lamentablemente  es muy practicada. De seguro 
porque quejarse es gratis, no cuesta nada. Lo que no quiere decir que no tenga 
costos.
En la biblia hay 
ejemplos nefastos de lo que producen las quejas continuas. El éxodo de Israel es 
un claro ejemplo. 
Para Dios no 
resulta agradable tener gente quejándose todo el tiempo. Él no tiene problemas 
en entendernos cuando le participamos  de nuestras situaciones 
difíciles  y de nuestros días malos. Dios es sin duda alguna el ser 
más comprensivo que pueda existir. Tampoco se complica en ayudarnos si se lo 
pedimos, pero a Él definitivamente no le gusta la gente quejumbrosa. La biblia 
lo deja muy claro.
Las quejas denotan 
faltas. Entre otras cosas, falta de gratitud y falta de fe. Dos aspectos que 
para Dios  son muy importantes. 
Él sabe que en 
lugar de quejarnos podemos buscar SU ayuda. Que en lugar de lamentarnos podemos 
abrir nuestros labios para alabarle, más allá de lo que estemos viviendo. 
De modo que en vez 
de quejarnos por la porción que nos ha tocado, podríamos escoger acudir ante Él 
para pedir sabiduría, para pedir Su ayuda a fin de manejar, usar o administrar 
la porción que nos ha dado.
La mejor porción 
que alguno pueda recibir no servirá de mucho sino se maneja con sabiduría y 
prudencia. 
Uno puede quejarse 
del barrio que le ha tocado, de la familia en que ha nacido, de la falta de 
estudios u oportunidades que ha tenido, de las carencias económicas por las que 
ha pasado, del cónyuge o los hijos que tiene… ¡Uff! ¡Hay tanto por lo que nos 
podemos quejar!! 
¿Y si en lugar de 
quejarnos, buscásemos a Dios en relación con esas mismas cosas y personas? 
Estimado lector, 
he observado que mi porción es buena o mala sólo en relación con la porción de 
otro, cuando vivo mi vida comparándome con los éxitos o fracasos de otros. 
No obstante, 
cuando pienso que lo que tengo, Dios me lo ha dado, sé que Él no se ha 
equivocado.
Puedo (y quiero) 
aprender de otros, pero NO necesito la porción de otro. 
Dios trabaja de 
manera particular. Dios se relaciona con individuos, o familias, o 
congregaciones, por citar algunos ejemplos, y cada individuo, cada familia y 
cada congregación ha recibido una porción particular, 
especifica.
De modo que el 
secreto del éxito, junto con poner de lado las quejas, está ligado con el hecho 
de entender que la porción especifica que uno ha recibido, ha sido soberanamente 
designada por UNO que SABE MUY BIEN lo que hace.
Nuestro desafío, 
radica en buscar al DADOR para que nos enseñe a administrar la DÁDIVA que hemos 
recibido. Sea mucho o poco “A NUESTROS OJOS”, Dios sabe QUÉ y POR QUÉ ha puesto 
eso en nuestras manos. 
Desde esa óptica, 
podemos entender por qué Jesús nos envió el Espíritu Santo después de haber 
ascendido.   
El Espíritu Santo 
conoce las riquezas en gloria del Señor, conoce Sus promesas y tiene el poder de 
hacerlas reales para nosotros.
Así que basta de 
quejas. Dios no responde al sonido de las quejas, pero sin demora se levanta y 
pelea por nosotros cuando invocamos Su nombre en alabanza. 
      
 

 

0 comentarios: