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Salmo 56:3 “En el día que temo, yo en Ti 
confío”
No conozco a 
ninguna persona que no tenga miedo a algo. Los miedos producen estancamiento. 
Debo decir que 
sólo cada cual sabe cuan grande es el efecto que sus miedos tienen sobre su 
vida. 
Uno le dice a un 
niño que no tema a la oscuridad, que no hay razones para temer. Hasta puede 
pensar en lo infundado de temer a la oscuridad, pero aquello que nos parece tan 
bajo control no lo está para ese pequeño. Para ´le la oscuridad es “un tema”, 
uno que bien puede impedirle ir a buscar algo a su dormitorio, por ejemplo, si 
es de noche. A quienes han superado el miedo a la oscuridad, esto parece básico, 
pero ¿qué hay de los miedos propios? 
Todas las personas 
le tememos a algo y sería bueno (antes de sólo simplificar los miedos de otros) 
preguntarse si esos miedos (así como en el caso del niño que  teme 
a la oscuridad) tienen real fundamento.
Me he dado cuenta 
que en nuestra sociedad las especulaciones tienen gran poder e influencia sobre 
las masas.
Basta con que 
alguno especule sobre algo y lo propague a través de las redes sociales para que 
muchos lo tomen como un hecho consumado y teman a causa de 
ello.
Muchos de nuestros 
miedos carecen de fundamento porque son el resultado de especulaciones nada más. 
Hay mentes 
Maquiavélicas que sacan partido de los miedos de otros. 
Un ejemplo es toda 
esta vorágine por el supuesto “fin del mundo en diciembre de este año, 
tiene  a no pocos personas de verdad preocupadas, angustiadas de lo 
que vaya a suceder. No faltan quienes, aprovechándose del asunto, hacen dinero a 
costa del miedo y la angustia de otros. 
Mientras que a 
algunos le parece tan obvio que el mundo no se acabará en Diciembre de este año, 
otros en su fuero interno, temen ante la posibilidad de que así sea. 
  
El miedo 
definitivamente es malo, y algo muy negativo sobre el miedo es que revela una 
falta de confianza,  una carencia o falta de amor. 
El apóstol Juan 
dice: “el que teme no ha sido perfeccionado en el amor”
Cuando uno conoce 
el amor de Dios, sabe que está seguro en Él.
La seguridad y la 
confianza, vienen como resultado de conocer a alguien. Quien escribe el salmo de 
nuestro encabezado SABÍA quién era Dios, y conocía lo que Dios era capaz de 
hacer. 
Uno desearía no 
volver a sentir miedo jamás, pero eso no es posible. Lo que si es perfectamente 
posible, y la biblia muestra muchos ejemplos de ello, es llegar a conocer a Dios 
de tal modo, tan profundamente, que SEPAMOS que junto a Él, podemos sentirnos 
confiados en cualquier circunstancia.
El salmista decía 
que en el día en que temía, (y en este contexto era porque sus enemigos los 
filisteos le habían capturado), Él depositaba su confianza en Dios. 
Estar en las manos 
del enemigo, era razón de sobra para temer, pero el salmista se sentía en las 
manos de Dios y NO en las del enemigo. 
Esto requiere de 
fe, verse rodeado del enemigo, escuchar sus amenazas, recibir su menosprecio, 
mal trato y burlas y TODAVÍA confiar CON el corazón, de que aun ahí estamos en 
las manos de Dios.
En el día en que 
tenga, como el salmista, razones para temer, no voy a confiar en mis habilidades 
o mi fuerza o destreza para pelear. Ese día, yo voy a escoger confiar en ti 
Señor. 
¡Dame fuerzas para 
que así sea!  
 

 

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