Salmos
143:10: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen Espíritu
me guíe a tierra de rectitud”.
Yo creo
que nadie tiene problemas para reconocer que necesita aprender ciertas cosas que
no maneja, pero muchos tenemos problemas a la hora de dejar que alguno nos
enseñe aquello que sabemos que necesitamos aprender.
¡Necesitamos un espíritu enseñable para poder avanzar en la vida!
No es
raro orar “Señor, muéstrame mis errores, mis faltas, corrige mi vida”. Pedimos
esto a Dios y yo jamás dudaría que lo hacemos de todo corazón. El problema
empieza cuando Dios responde esas peticiones, porque usualmente para mostrarnos
nuestros errores y deficiencias, Él usará una persona y aceptarlo requerirá de
un espíritu humilde, enseñable.
Es la
altivez de nuestro corazón la que NOS IMPIDE aceptar que Dios use a OTRO (un
prójimo nuestro) para mostrarnos nuestros errores.
Uno
dice “Que Dios me diga todo lo que quiera, Él es Dios, pero ¿quién se cree tal
persona para decirme A MI que estoy en un error?
La
mayoría de las personas no tenemos problemas para aceptar que Dios
nos corrija, pero nos cuesta mucho trabajo (y humildad) dejar a
Dios usar un instrumento humano para esa tarea.
Me he
encontrado en episodios de mi vida, con personas que esperaban que Dios mismo
les hablara. No bastaba para ellos con el testimonio de la palabra escrita. Eran
demasiado importantes, lo suficiente como para esperar que Dios mismo
descendiera del cielo, abandonara Su trono y viniera EN PERSONA a
decirles que estaban equivocados.
¡Que
tal obstáculo para los buenos planes de Dios puede llegar a ser un espíritu que
no se deja enseñar!
Hay
personas que, antes que encarar y reconocer que deben cambiar, prefieren huir y
evadir así sus responsabilidades. Son prófugos de la vida y seguirán siéndolo en
tanto no dejen que Dios les enseñe la lección.
El
Proverbio bíblico dice “huye el impío sin que nadie lo
persiga”
Es
absolutamente cierto que uno puede tropezar con una piedra mientras avanza por
la vida, pero (como decía un posteo de Facebook de un conocido mio) otra cosa es
encariñarse con la piedra y pasarse la vida tropezando con ella.
Eso
revela una falta de disposición para abandonar algo indebido (una mala práctica,
costumbre o lo que sea) y tomar en su lugar lo que
corresponde.
Existen
otros, que no huyen, pero que manipulan situaciones para no ENFRENTAR el
verdadero problema que es aprender.
Un
espíritu enseñable es gran valor para un discípulo. Como docente puedo aseverar
que uno no obtendrá una mejor calificación en alguna materia o contenido HASTA
que lo haya aprendido. Sólo entonces dejará de ser un problema para él o
ella.
Leyendo
las escrituras, encontraremos muchos hombres que no se dejaron enseñar, que no
tuvieron en ellos un espíritu enseñable. Se endurecieron y con ello pusieron una
piedra, que detuvo el fluir y el propósito de Dios.
Cuando
el fluir de Dios se detiene, rápidamente con ello, se detiene la vida
también.
¡¡Pero
cuán beneficioso es tener un espíritu abierto, dispuesto para
Dios!!
El
Espíritu Santo, que es el Espíritu del Señor, nos guía a buenas tierras, a
tierras de rectitud. Su Espíritu nos guía a hacer Su Voluntad, nos enseña lo que
nos conviene saber.
Sujetos
a ESE LIDERAZGO siempre estaremos seguros.
Un
Espíritu enseñable “invita a Dios” a moverse en nosotros y nos lleva a nosotros
a delicados pastos y junto a aguas de reposo.
Un
espíritu enseñable es el pasaporte para recibir aquello especial y único, que
Dios preparó para ti.
Mi gratitud a Dios por la vida del hombre que escribió está reflexion
ResponderEliminarMuchas gracias,
ResponderEliminarcurry 8
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