Author: gabtorar
•12:57

Éxodo 20:3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
Desde tiempos inmemoriales los hombres han adorado aquello que consideran su “dios”.
La historia ha cambiado, hemos concebido tecnológicamente hablando, avances que algunos jamás hubieran pensado posibles. No obstante, en lo concerniente a la deidad, las cosas no han cambiado para nada.
Los dioses se han vestidos de ropas distintas, de distintos nombres pero la lógica que opera y que mueve el asunto, sigue siendo la misma. Las personas tenemos la facultad de adorar, y por raro que parezca, ninguno la malgasta porque cada cual a adora a sus dioses muy religiosamente.
Estos dioses tienen diversas formas. Algunos como dice el apóstol Pablo en el libro de Romanos (cap. 1) tienen “imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”.
Pablo añade que “los hombres cambiaron la gloria de Dios por estas imágenes” y las adoraron.
Suena fuerte ¿verdad?
La cruda realidad es que las personas en efecto HACEN cualquier cosa por su dios. Cualquier esfuerzo, cualquier clase de sacrificio.
Es sorprendente la capacidad que tenemos para entregarnos a aquello que tiene valor de culto para nosotros.
Los mártires son una buena prueba del compromiso que podemos llegar asumir con nuestros “dioses”.
El Creador nos dio la faculta de adorar, de mirar reflexiva y contemplativamente, de reconocer los méritos, obras y atributos de aquello que para nosotros representa la deidad.  
Es triste, por tanto, cuando adoramos lo que por naturaleza, NO ES DIOS.
¡Que lamentable es cuando nos entregamos a adorar aquello que no es digno de tal veneración!
Sin darnos cuenta, las personas adoramos, desde seres que creamos para llenar espacios o satisfacer necesidades, hasta las cosas que adquirimos o que deseamos adquirir.
Dedicamos tiempo, atención, recursos a nuestros dioses.
Las cosas más simples y triviales pueden llegar a convertirse en objetos de culto y adoración si no  somos cuidadosos.
Por ello es importante preguntarnos ¿quién es nuestro Dios?
Descubriremos qué o quién es nuestro Dios, muy cerca de aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo y fuerzas. Bien puede estar escondido tras aquello que nos roba el pensamiento y hace palpitar el corazón.
Aunque digamos que tal o cual cosas NO es nuestro dios, nuestros hechos (nuestra adoración y culto) revelarán  si hablamos con verdad o mentimos, ya que en tu dios estarán puestas tus metas y deseos.
Si EL SEÑOR (Jehová) es tu Dios no habrá cosa que te separe de Él. No habrá esfuerzo muy grande, ni sacrificio que no estés dispuesto a hacer por Él.
Dios sabe que estamos dispuestos a inclinarnos y honrar aquello que consideramos nuestro dios.
Ya sea una imagen, la familia, una persona, un trabajo, una mascota, el dinero…
El verdadero Dios es celoso y nos advierte de tener cuidado de a quién estamos dando nuestro reconocimiento y adoración.
¿Tienes claro quién es tú Dios?
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