Author: gabtorar
•10:51

Mateo 7:28-29 “Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente estaba admirada de su doctrina, 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas”.
Una de las cosas que los discípulos de Jesús tenían muy claras, era que su fe les ocasionaría problemas. Podían ver el odio que se levantaba de parte de los religiosos contra Jesús, Se trataba de un odio que no tenía ninguna justificación.  
¿Que por qué odiaban a  Jesús? Básicamente porque las verdades de Jesús les confrontaban e intimidaban. Su mensaje les incomodaba.
Es que Jesús hablaba con autoridad, con una autoridad que solo brinda el practicar lo que uno predica. Estoy plenamente convencido que  predicar no es el principal escollo. El verdadero desafío consiste en predicar con moral, con frutos, porque ello otorga autoridad a nuestra predicación.
En verdad, cualquiera puede predicar, eso no significa que Dios respalde la predicación de cualquiera, pero cualquiera puede vencer el miedo a hablar delante de otros. Pero la gracia del asunto consiste en predicar consistentemente, con poder, con el poder que da la moral de practicar, de estar viviendo  lo que uno predica.
Uno no necesita estar sano para predicar que Dios sana, uno debe hacerlo simplemente porque la Palabra de Dios lo dice, aunque jamás haya experimentado la sanidad divina. Pero el escenario cambia cuando se trata de cuestiones relacionadas con el vivir, con la moral.
Uno no puede levantar su voz contra el pecado, si uno mismo vive en pecado. No se puede hablar de la inmoralidad cuando uno vive en inmoralidad.
Yo jamás osaría decirle a un ladrón (Dios NO ME mandaría a mí a decirle) que debe dejar de robar, si yo mismo vivo robo para vivir.
Hay cosas que a uno lo inhabilitan de poder hablar o actuar, Hay situaciones para las cuales uno tiene tejado de vidrio, es decir, está moralmente incapacitado de confrontar.   
Jesús, por su parte, podía hablar de todos los temas y poner su dedo sobre esas llagas (su idea siempre es para sanar, para arreglar) porque Él estaba libre de pecado. A aquellos hombres que llevaron ante Jesús a una mujer sorprendido en el acto de adulterio, les dijo que Él no se opondría a que la lapidaran,  siempre que estuvieran libres de pecado. SI ellos eran pecadores (y Jesús sabía muy bien que lo eran) no tenían moral (autoridad) para apedrearla.
¿Con cuanta frecuencia abordamos temas sobre los que no tenemos autoridad para hablar?
¿Con qué ligereza uno puede poner en el énfasis en los errores de otros sin llegar a ver los propios?
Le eficacia del ministerio de Jesús no se explica solamente por sus milagros sino por la coherencia existente entre su predica y su vida.
Jesús vivía lo que predicaba. Cada cosa que Él decía a otros era primero verdad en Su vida.
Yo ruego a Dios me permita vivir una vida consistente. Que mi predicación no sea opacada por mis hechos, Que mis actos no desdigan lo que pronuncian mis labios.
Es cierto que Cristo únicamente fue sin pecado, pero no es menos cierto que cada día, nuestro llamado es a ser imitadores Suyos.
Mientras que los escribas por su INCONSISTENCIA se limitaban a recitar las escrituras, Cristo, por su CONSISTENCIA, les demostraba las escrituras. A esto mismo hemos sido llamados por Dios a ser no sólo proclamadores sino demostradores de las verdades divinas. Eso convertirá nuestras predicas muertas, en mensajes vivos y oportunos. Llenos de poder y autoridad.  
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