Author: gabtorar
•12:58

Hebreos 11:36  “(Por su fe) Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. 37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados”;
Ayer planteaba que uno hace cualquier cosa por Su Dios. Esto es cierto aunque algunos no se den cuenta. Uno está dispuesto a hacer esfuerzos y sacrificios por complacer aquello que uno adora o con lo que uno se identifica.
Lo anterior implica que uno paga un precio por servir a su Dios. Sea que uno sirva al Dios verdadero o a alguno falso, siempre la deidad establece reglas, preceptos y exige sacrificios (de distinta índole) que uno debe estar dispuesto a pagar si ha de seguirle.
En este marco cabe preguntarse ¿Cuánto me ha costado mi fe? ¿Qué precio he tenido que pagar por servir a mi Dios?
“Lo que nada cuesta, en nada se valora” es algo que cada día tengo más presente.
Se me vienen a la mente millares de personas que levantan la voz diciendo que se identifican con Cristo, pero que no están dispuestos a pagar ningún precio por su fe, por seguir a Jesús.
La fe tiene un alto costo. Creo no me equivocarme al decir que el precio más alto que vas a pagar en la vida, será el que pagarás por tu fe. Por ser consistente con lo que crees (o dices creer).
Por la fe uno puede llegar a vivir privaciones, ser apartado, discriminado, verse en la necesidad de abandonar proyectos personales en los que invertiste tiempo, fuerzas, dinero…
¡Pagaremos un precio por servir al que llamamos Dios!
Los apóstoles de Cristo vivieron situaciones muy difíciles, que de no ser por su profundo compromiso con Cristo y la ayuda del Padre, de seguro les hubieran hecho claudicar.
A la pregunta del escrito de ayer (¿Quién es mi Dios?) sería pertinente agregarle ¿Qué estoy dispuesto a hacer por mi Dios?
Porque en verdad, la devoción no se mide por las palabras que uno pronuncia (ni siquiera por las promesas que uno hace) sino por los hechos.
Es fácil prometer lo que podemos y aun lo que no podemos cumplir, cuando estamos bajo una agradable y fuerte influencia emocional o cuando nos sentimos alentados o consolados por el Señor.
El desafío no es prometer sino cumplir. Yo he oído muchas promesas en el altar de Dios, que después se las llevó el viento.
Estando bajo la agradable caricia del Padre, he oído a muchos prometerle amor eterno, fidelidad incondicional, sin importar costos o consecuencias.
Y créeme que así como Jesús preguntó a la mujer ¿Dónde están los que te acusan? yo he oído al Señor susurrar: ¿Y dónde están los que prometían?        
Seguir a Aquel que llamamos “Dios”, tendrá costos. Algunos pagarán un precio más alto que otros quizás pero TODOS deberíamos estar dispuestos a hacer o dejar de hacer, tomar o abandonar, lo que Dios quiera.
Si no está en ti esa disposición, puede que signifique entonces que Él NO ES tu Señor, NO ES tu DIOS.
Y si no es tu Dios, difícilmente será Tu salvador.
Es peligroso confundirse en este tema, porque un error en esta materia no nos costado algunos pesos o dólares, puede costarnos LA PAZ y EL REPOSO ETERNO del alma.
La fe tiene un precio. A mi juicio, el más alto de todos. Todos lo pagaremos, y tu vida querido lector, no será la excepción.  
¿Estás sirviendo a tu Dios como ÉL merece?
|
This entry was posted on 12:58 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.