Author: gabtorar
•7:31
Santiago 1:8 "el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos"

Mirando bien el desarrollo de una maratón, observaremos que al inicio de la carrera todos salen del punto de partida con gran entusiasmo. De hecho en ese minuto es muy difícil pronosticar quíen podría ser el ganador porque "todos pintan para ganadores".

Luego, a medida que la carrera avanza se empiezan a notar las diferencias y se crean grupos de avanzada y otros de rezagados.

Ya hacia el final de la misma, tenemos a un par de atletas que disputarán entre ellos, quien se queda con el trofeo.

¿No ocurre lo mismo en la vida cristiana?

Muchos comienzan con mucho entusiasmo y fe inquebrantrable, pero a medida que empiezan a venir las dificultades propias de este camino, algunos van quedando rezagados y otros avanzan.

No obstante lo anterior, hay un elemento que me parece al menos curioso: el que ganó la carrera, al ser consultado por su triunfo, siempre corrió para ganar. Es decir, corrió con una meta única en mente: alcanzar el trofeo.

Dios nos dice que la única manera de poder llegar a nuestra meta en Él (que es ser conformados a la imagen de Jesucristo, y alcanzar salvación por medio de Él), es habiéndonos propuesto inquebrantablemente llegar al final de la carrera.

Muchos que han comenzado comienzan a titubear. Un día si creen que llegarán, pero al siguiente no están tan seguros. Un día se entregan con fervor, pero al siguiente se sienten cansados y desean tirar la toalla.

Santigo nos advierte que el ser de doble ánimo no nos permitirá llegar muy lejos, porque provocará inconstancia y si hay algo que el cristiano necesita es ser constante.

Hallaremos en la escritura palabras como "el que persevere hasta el fin". No sirve perserverar por un tiempo y luego desistir a causa del doble ánimo.

No mis hermanos, debemos proponernos acabar lo que empezamos y esa determinación que también estuvo en Daniel, José, los apóstoles y por cierto en nuestro Señor, nos hará alcanzar una victoria segura en Cristo.

Se requiere por tanto constancia en la vida cristiana, en la oración, en la meditación en la Palabra, en el congregarse, en mantenerse en la visión que Dios nos haya dado.

Tal como Jesús lo hiciera con sus discípulos, en Juan 13 dice: "a los que amó, los amó hasta el fin". Eso es verdadera constancia.
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